Diario de lo Difícil 4. 2
“Dejar de desear equivale a morir. Mantener vivo el deseo tiene que ser la forma de dotar a la existencia de la calidad, imprescindible para querer seguir viviendo”. Victoria Camps
Sábado, trece de septiembre de dos mil veinticinco
… Ayer acordé con la intermediaria del plan amoroso los detalles del encuentro entre candidatos. O, más que acordar, acepté las condiciones, porque en ningún momento tuve la sensación de participar verdaderamente, salvo concretar mi disponibilidad en el tiempo que fue fácil, porque era total.
Asistimos a esas inciertas experiencias porque hemos pagado para que todo sea fácil y no seamos abruptamente rechazados.
Imaginemos que yo estoy en la terraza a la hora de la cita convenida. Súbitamente, diviso a una mujer que me provoca un arrebatado y espontáneo deseo por su sensual influjo, por unos ojos brillantes y vitales de mirada incitante. Siento que no puedo desoír la llamada del deseo y me acerco impulsivamente; pero ella me mira con reserva y desconfianza y me dice que está esperando a alguien. Inmensa decepción que desestabilizaría mi tímida autoestima, ya de por sí seriamente dañada.
Pero, oh prodigio, como resulta que ambos hemos pagado a la misma representante, a quien ella esperaba era a mí. Todo cambia entonces a encuentro feliz, besos, sonrisas y total predisposición a la amabilidad y el entendimiento.
De pronto, los que éramos desconocidos nos reconocemos, deseosos de gustarnos. Es la primera vez que nos vemos; nada sabíamos ni de nuestros cuerpos, ni de caracteres, ni de sonrisas ni de brillos en las miradas, y tampoco sí nuestros deseos podrían prender el uno en el otro.
¿Se producirá el portento? Todavía no lo sabemos. Nos miramos intensamente buscando el punto dónde aferrarnos para escalar por el lado sensible del otro.
Ambos hemos deseado que el otro se ajuste a nuestros sueños de amor, con que sea la persona ideal que nos aparte de tanta decepción y soledad. Tardaremos un rato en saberlo, si las expectativas mínimas se cumplen que no son otras que no sintamos un rechazo físico visceral. Esa es una desoladora circunstancia, en la que no hay porque pensar si hemos confiado en nuestra coordinadora (yo sí, porque si no ni siquiera habría considerado asistir a la cita).
Es altamente posible que cuente el desenlace de esta historia… en unos días…
La Fotografía: Acudiremos a la cita, una vez satisfechos los honorarios (no diré el importe, solo que es asequible). Lo más divertido de la puesta en escena del encuentro entre dos desconocidos, es que pareceremos protagonistas de una película de espías o de misterio. No sabemos nada de con quién nos encontraremos, y por eso informamos de cómo iremos vestidos. Yo: pantalón negro, camiseta oscura de manga corta (espero que no se estropee el tiempo), zapatos verdes y gorra de visera azul. Ella, todavía no lo sé. El encuentro será a las 19:30 en una terraza de Madrid, por la zona de Chueca.