LOS MICROVIAJES
A Ninguna Parte
“¿Qué significa viajar y para qué sirve viajar? Cualquier puesta de sol es simplemente una puesta de sol; ningún misterio hay en contemplarla en Constantinopla. ¿La sensación de libertad que surge del viaje? Puedo haberla sentido yendo desde Lisboa hasta Benfica y hasta más intensamente que quien va desde Lisboa hasta La China, porque si la liberación no está en mí, no existe para mí en parte alguna”. Fernando Pessoa
Miércoles, diecisiete de septiembre de dos mil veinticinco
En estos días hace un año que viajé por última vez, a Huesca y Navarra.
Hoy, en la clínica odontológica me hicieron esperar media hora, precisamente la que empleo cada día en comer (13:30 a 14:00). Mis hermanas de vocación (las clausuradas), me habrán adelantado escandalosamente. Cuando termine de comer, ellas ya se habrán levantado de su siesta de silencio.
En la dichosa clínica, que además de sacarme cantidades ingentes de dinero me hacen perder el tiempo, mientras esperaba, ha pasado delante de mí el Dentista Mayor, que nunca me ha atendido (parece un hombre muy espiritual a la vez que un poco imbécil); a veces me saluda haciendo una pequeña reverencia al más puro estilo japonés (será de agradecimiento por la pasta que me saca). Hoy, sin embargo, ni me ha dado los buenos días y desde luego no me ha honrado con su sutil y leve inclinación de cabeza. No me ha importado porque ese tipo no me gusta. Yo tampoco le he saludado a él: “que te den, tío, pensé”.
Por la mañana y desde hace dos días tengo en casa a un tipo que me está reparando la cubierta (impermeabilizándola) y reparando manchas de agua en el techo, por dentro, claro.
Es un buen profesional, pero no buen conversador porque tiene dos o tres temas recurrentes, siempre los mismos y ninguno me interesa. Parece que no sabe hablar de otra cosa, por ejemplo, de la inmigración, que le preocupa, aunque él, por lo que sé, es doblemente inmigrante, primero de Andalucía a Cataluña y desde ese hostil y desagradable territorio para los españoles, hasta Toledo. Además, se empeña en dirigir él las conversaciones, pero como no sabe, enseguida nos quedamos sin tema y, además, me aburre.
Anoche vino mi amigo Ángel y Naty, con la que sigo casado, pero separado (compartíamos a Charlie). Ahora solo compartimos propiedad de la casa de clausura en la que habito y mis dificultades informáticas en las que me asiste.
Vimos el partido del Madrid, en mi patio de clausura, que no lo fue durante un par de horas (excepcionalmente, y de muy tarde en tarde, abro la clausura para visitas de confianza). Cenamos una estupenda tortilla que cociné tan fabulosamente como siempre, lo sé yo y ellos, al parecer, porque siempre me felicitan.
Sin Charlie (ya no es mío ni de nadie), con la casa reparada, sin novia, no sé qué haré en lo que queda del mes de septiembre, e incluso octubre en el que el clima todavía es amigable. Luego, en invierno, me da igual porque hará frío y no saldré de mi clausura para no constiparme.
Quiero hacer algo, pero no sé si tendré ganas o no; por ejemplo, un viaje. No sé.
En el último microviaje que hice descubrí que ya no me apetece viajar solo. Volví a mi casa desde las Bárdenas Reales, de un tirón por carreteras de doble dirección en una noche oscura y tormentosa, y me dije: ¡a la mierda, no vuelvo a viajar solo porque me come el malestar y la soledad! La noche anterior dormí en una pobre habitación de un hostal de gasolinera, y todo así de cutre. Un asco de Microviaje. A partir de ahora, solo lo haré con una novia rica y graciosa que me lleve a buenos hoteles (y conduzca). Y, además, que me cante boleros (Naty lo hacía). Si no, mejor me quedo en mi casa durmiendo en mi cama.
La Fotografía: Salí de Olite sin que me gustara especialmente, hacia las Bárdenas Reales. Allí, realicé una performance con espectadores que se paraban a mirar, en la que escenifiqué danzas rituales con máscaras y todo y otras representaciones que pretendían simbolizar lo jodido y solo que me sentía después de llevar varios días por carreteras solitarias (las mejores posibles), sin hablar con nadie y tampoco reírme en varios días; de Castillo en Castillo; de Catedral en Catedral; de Monasterio en Monasterio… Ah, y de tristes y pobres habitaciones nocturnas a otras lo mismo de tristes y cutres.