COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 95
“Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, pero ninguno en exceso.
Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de diligente labor
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío! Joseph Rudyard Kipling
Viernes, diecinueve de septiembre de dos mil veinticinco
Cada día veo una película. Cuando me gustan mucho o sé que pueden gustarme fotografío para traerlas al diario.
Recuerdo que hace tiempo, cuando me vida era otra, hasta dos mil veintiuno, tuve un capítulo en el diario al que llamaba Digresiones, en el que vertía impresiones que me habían provocado libros, teatro y cine…
Ese apartado como tal duró desde dos mil catorce, más o menos, hasta dos mil veintidós, creo que hasta mayo.
Tuve una amiga amante (lo pasábamos bien, yo por lo menos sí). Ella tenía una afición que mantuvo mientras duró nuestra relación (poco más de tres meses), que no era otra que reírse de mí y de mis cosas (supongo que con razón porque soy un tipo risible, para gente que también lo es, pero por otras razones); y en cuanto a mi diario, hacía escarnio, especialmente, de este apartado y de mis análisis de películas. Supongo que, para ella, que sabía de todo (era muy listilla aquella mujer), le parecían cosa de poco, sin enjundia, reiterativas y aburridas. Cuando por fin logramos perdernos de vista (no nos conveniamos y además a mí me gusta que me respeten), cambié el título del capítulo y lo llamé: Colección de Misceláneas.
Aquella mujer no llegó a entender nunca mis motivaciones para hacer lo que sigo y seguiré haciendo. ¡Va, qué más da!
Nadie sabe ni entiende ni le importan las motivaciones de los demás. Por eso yo seguiré haciendo lo que hago, entre otras cosas, porque no tengo otra.
De vez en cuando, seguiré escribiendo sobre el cine que vea y me guste, si me siento impulsado a hacerlo o porque sí.
Me acuerdo de que, hace unos años, me dije, ya que escribo sobre cine, ese mismo texto lo puedo enviar a Filmaffinity (página referencial sobre cine). Eso hice. Después de dos o tres “críticas” esas gentes me recomendaban cómo debía formatear los textos. Me dio un ataque de risa y no volví a enviar ni una más. Por mí, podían irse a la mierda. No necesito la aquiescencia de nadie para hacer lo que hago.
Para mí era un gesto de generosidad, un regalo inmerecido (como lo es este diario en sí mismo), y nunca una necesidad de notoriedad. Me trae sin cuidado que alguien me reconozca o no. Yo estoy a otra cosa.
Por eso, hoy, traigo a la colección una de las películas que más me han gustado últimamente: Una quinta portuguesa, de Avelina Prat (2025). No conocía a esta mujer, y me ha resultado un felicísimo encuentro porque su película es seria, sentida, sugestiva, profunda y altamente poética. Sus protagonistas y secundarios transmiten una inmensa humanidad con la naturalidad de lo que es auténtico. Me hicieron sentir una total cercanía por sus historias y por la grandeza que irradiaban sus vidas, sus actitudes y sus decisiones.
Mientras veía esa intimista y sobria historia, en la que habitaban maravillosas personas, pensaba que me encantaría tener amigos como ellos.
Manolo Solo y María de Medeiros, ambos, consiguen transmitir la sencillez y humanidad, pero también el misterio de los personajes que encarnan. Con su mera presencia hacen volar a la película.
La Fotografía: A Fernando (Manolo Solo), le abandona su mujer sin ni siquiera despedirse. Él renuncia a su trabajo de profesor universitario y se pierde por ahí, profundamente conmovido por lo que le ha ocurrido. De pronto nos lo encontramos en Portugal, y allí, en algún punto del campo portugués, encuentra una quinta propiedad de Amalia (María de Medeiros), que le da trabajo como jardinero. Pasan más cosas, claro, pero mejor ver la película, por los muchos matices que contiene.