LOS MICROVIAJES
Albacete y Jaén: día 1.2
Miércoles, veinticuatro de septiembre de dos mil veinticinco
… En los viajes (microviajes, en mi caso), no puedo prescindir de comer a mis horas. Se me había hecho tarde, tontamente, porque lo primero que debí hacer al llegar al remoto pueblo fue comer, y luego Dios diría.
Viajar como solitario y dubitativo viajero me aboca a equivocarme y no rectificar a tiempo porque no hay nadie que me diga: -pepe, es hora de comer, déjate de subir cuestas, mejor comemos y luego ya veremos-
En vez de comer a las dos, como Dios y mis saludables costumbres mandan, me fui al castillo al que sabía que no podría entrar. Los restaurantes estaban cerca de donde había aparcado, además. Claro, a las dos y media, sin haber visto ningún restaurante en la dura ascensión, empecé a asustarme: ¿y dónde como yo ahora, tan tarde ya? Seguro que a la orilla del río (Júcar) hay terrazas donde se pueda comer. Bajé a toda prisa no fueran a cerrar las cocinas.
Todavía me esperaban. Me senté a comer a las tres de la tarde. En ese preciso momento, con una cerveza fría, sepia a la plancha con patatas y un huevo frito, a la sombra de los árboles y el río rumoreando cerca, me sentí muy contento. Nada me faltaba. Hasta buen ánimo tenía. Ahora que el Microviaje ha terminado ya puedo decirlo, fue la mejor comida que hice. Me costó 18 €.
Alrededor, pero a una distancia de seguridad conveniente para evitar la contaminación acústica de conversaciones estúpidas, había gentes comiendo, de todos los tamaños (generalmente gordos y gordas), y edades (predominantemente viejos). Enfrente tenía a una pareja que, para entretenerme sin necesitarlo, me dediqué a observarlos. En la cincuentena, tramo bajo; entrados en carnes, pero todavía no ofensivamente; él solo tenía ojos para ella. Seguro que el deseo todavía le trabajaba; ella, sin embargo, miraba hacia todos lados con expresión de gata salvaje y seductora (caída de ojos incluida). Deduje: él desea más; ella menos, casi nada, diría. De todos modos, tonteaban: él deseante, ella resistiéndose, pero jugando. Luego, en el río se hicieron fotos riendo, como si de novios nuevos se tratara. ¡Qué bonito y entretenido es el juego del amor, mientras hay deseo, y que coñazo cuando no! …
La Fotografía: Estoy olvidando de incluir datos culturales e históricos y para eso es para lo que viajo, además de por cuestiones existenciales (en liquidación). «Alcalá de Júcar está catalogado como uno de los pueblos más bonitos de España y pertenece desde 2014 desde entonces a la asociación homónima». (Wikipedia). Por eso fui hasta tan lejos. El castillo que solo vi por fuera: Siglo XI en su origen almohade. En el siglo XIII pasó a dominio cristiano, en época de Alfonso VIII. Constituido por un torreón pentagonal y dos torrecillas de planta circular. La fotografía la tomé desde al lado mismo donde comí y los amantes cincuentones se fotografiaban, en esa especie de isla al lado del puente, reconstruido siguiendo las trazas originales romanas (s XVIII).