9 OCTUBRE 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
Bogarra, Albacete
Soporte de imagen
-DIGITAL (100)
Fecha de diario
2025-10-09
Referencia
11098

LOS MICROVIAJES
Albacete y Jaén: día 2 y 3
Jueves, veinticinco de septiembre de dos mil veinticinco

… De Alcaraz a Bogarra (46 km). Llegué en torno a las 14:30. Aparqué en cualquier sitio de la zona céntrica, frente a un bar-restaurante. Entré a comer.
Era un sitio de comidas sencillas y menús para trabajadores, de hecho, había dos o tres mesas ocupadas por ellos, con sus chalecos de colores fuertes. Me ofrecieron muslitos de pollo con patatas y setas, guisado sin lujo. Tomé tarta helada al whisky (la tarta por un lado y una botella de whisky para que me sirviera a discreción), dos cervezas y café. Creo recordar que me costó 10 €. Estupenda relación calidad-precio.
Cuando regresé desde la ruta de las estatuas (solo vi diez o doce de las setenta que al parecer hay), me dirigí al siguiente pueblo de la ruta: Ayna (20 km). En ese pueblo se rodó Amanece, que no es poco, de José Luis Cuerda (1988), que es de Albacete. La moto y el sidecar que aparecen en la película decoran una rotonda de la entrada. Pero, en ese pueblo, no encontré argumentos ni para bajarme del coche. Al parecer había localizaciones para observar la naturaleza que no me interesaban especialmente.
De Ayna hasta Hellín (43 km). En el recorrido me paró la guardia civil, porque sí, para nada, porque algo tenían qué hacer, supongo. Uno de los guardias me recomendó que cambiara las cubiertas delanteras, que estaban demasiado gastadas. Le dije que vale y gracias. Continué.
Cuando llegué a Hellín, me pregunté: ¿qué he venido a hacer aquí? Consulté mis notas y me enteré de que había un santuario, una ermita, dos iglesias y dos casas solariegas (que no creo que se pudieran visitar a media tarde), Me dije, primero, sitúate en el centro de la ciudad y luego te organizas. Vale, muy bien, salvo porque el navegador tenía otros planes. Me hacía dar vueltas en bucle para no llevarme a ningún sitio, salvo para empezar a hacer un nuevo giro igual al anterior. Me enfadé.
Le di instrucciones para que me llevara al centro urbano y ¿dónde me llevó? Con mucha determinación por su parte, como si estuviera seguro de lo que hacía, exactamente a la puerta de la estación de tren, que estaba en las afueras. Cuando el navegador decide declararse en rebeldía, yo me rindo porque sé que nunca podré doblegarle, tiene los satélites a su favor. Vale, tú ganas, llévame a Yeste entonces (70 km). Previamente, reservé una habitación en el Hotel Yeste (40 €).
La carretera en la práctica totalidad del itinerario era muy virada. Llegué en torno a las ocho. Tomé la habitación y salí a cenar en una terraza al lado del hotel. Cené una ración de ensaladilla, una cerveza y postre. Me acosté enseguida. ¿Qué podía hacer en Yeste un jueves por la noche, con las calles vacías? Lo que hice: nada en absoluto.
La Fotografía: Después de comer, me dispuse a encontrar la ruta de las estatuas, que es para lo que había ido hasta allí, tan lejos. Se encontraba en una hondonada por la que discurría un río con huertos en la orilla y una vegetación muy enmarañada. Una senda, a varios metros por encima de la hondonada, por la que también discurría una acequia, era donde me iría encontrando las esculturas. Vi, en el inicio, una información relativa a la longitud del recorrido: 20 km, que, por supuesto, no estaba dispuesto a recorrer (tan solo dos o tres, como mucho). Encontré ocho o diez (la foto es de una de ellas), de las setenta que al parecer había. Llegué hasta un puente colgante, que naturalmente atravesé en las dos direcciones: ida y vuelta, para nada, para hacerme el aventurero de película (Indiana Jones manchego, ya de viejo solitario, sin glamour ni látigo). Volví. Hacía calor.

Pepe Fuentes ·