Diario de la Soledad (seis, uno)
“Este aislamiento, rodeado de inscripciones, tiene algo de pomposo y afectado. Da la impresión de que quiere imponerse una disciplina, la disciplina de la soledad. Puesto que no se somete a una regla religiosa como un ermitaño, ni ha prestado juramento alguno. Quiere limitarse y obligarse a sí mismo. Quizá ni él mismo sabe por qué. Pero una voluntad interior lo impulsa a hacerlo. Ensayo biográfico sobre Michael de Montaigne. Stefan Zweig
Sábado, cuatro de octubre de dos mil veinticinco
No sé si duermo bien o mal, unas veces me parece que bien y otras lo contrario. Durante el Microviaje he dormido estupendamente todos los días, pero lo achaco a que acababa cansado dando vueltas incesantemente. Ahora, de vuelta en mi casa, como me paso el día en clausura me canso menos. Además, no conduzco; solo me deprimo un poco a ratos e inesperadamente. Eso no cansa, o sí, no sé.
Hoy, sábado, me he despertado a las cuatro y media de la madrugada (eso es mal dormir). Me he levantado a las cinco y media (una hora mirando al techo sin verlo). A las seis me he puesto a escribir la entrada de un día de Microviaje. Acabé a las ocho (cada entrada, entre texto y revelado de fotografía, me lleva un mínimo de tres horas, a veces más).
Ahora, me iré a caminar y oiré el final del ensayo biográfico sobre Michel de Montaigne, de Stefan Zweig, que me está absorbiendo y encantando. Inspirador. Encuentro muchas similitudes entre la clausura de Montaigne, en su castillo de hombre rico y noble; y yo, en mi clausura, en otra torre, pero sin blasones porque soy un hombre pobre y plebeyo. Pero a ambos nos une el afán de construir nuestras vidas a través del retiro, la lectura y la escritura. Montaigne se buscaba a sí mismo escribiendo y reflexionando. Yo hago lo mismo, pero no me encuentro del todo y si lo hago me asusto. ¿Convienen las preguntas? No me contesto.
Montaigne fue un hombre libre, quizá uno de los que más de la historia intelectual del mundo por incorruptible.
“Mi tarea consiste en dar forma a mi vida. Es mi único oficio, mi única vocación. Alguien que no es escritor, alguien que no sabe qué hacer con su tiempo y que por esta razón apunta de vez en cuando algunas reflexiones de cualquier manera y sin ninguna obligación. Montaigne no se cansa de describirse así… Y por eso proyecta su sombra en los ensayos posteriores. Todo público es un espejo. Todo hombre presenta otro rostro cuando se siente observado”. Montaigne, de Stefan Zweig.
Desde ayer, ha comenzado un fin de semana que pasaré recluido: durmiendo y comiendo mal, seguro (repito demasiadas veces las mismas comidas, no precisamente bien cocinadas). Una de las ventajas de vivir en pareja es comer mejor. No sé si tiene alguna más el régimen matrimonial. Alguna tendrá porque todo el mundo se casa, aunque luego casi todos no separemos, pero eso es tan solo una inevitable consecuencia de pura lógica humana.
La semana que viene, igual que esta: encerrado en mi clausura, solo saliendo a caminar oyendo novelas. Por cierto, la última, escalofriante y grande por su desgarro hiperrealista, retrato de la crisis de la década de los noventa: Peligro de derrumbe, de Pedro Simón. ¿Qué sería de mí sin novelas? Ser declarado zona catastrófica.
8:32 h. El cielo pasó de un rojo intenso con formas abstractas en las nubes hace una hora, a una blanquiazul promesa de día soleado. Me voy, volveré a la hora de desayunar, dentro de hora y media. Luego, seguiré con esta entrada o con una del Microviaje. O con ninguna, ya veré…
La Fotografía: Un hombre desorientado y hasta desesperado por una búsqueda inútil, visto por Roy Andersson, en la película: Sobre lo infinito (2019)