LOS MICROVIAJES
Albacete y Jaén: día 3.1
Viernes, veintiséis de septiembre de dos mil veinticinco
Viernes 27, tercer día de viaje. Me levanté en el Hotel Yeste (del pueblo mismo). Desayuné en el bar restaurante anexo al hotel. Después di un paseo por el pueblo. A las nueve de la mañana estaba frente al castillo, pero no abrían hasta las diez y media. Me pasa con frecuencia. Con las demás atracciones del pueblo pasaría lo mismo, supuse; el ayuntamiento, por ejemplo, renacentista, ni siquiera lo encontré.
Decidí marcharme al siguiente punto de visita. Nada más salir de Yeste, paré en el pantano de la Fuensanta. Fotografié.
Continué viaje hasta Segura de la Sierra (82 km), que se me hicieron larguísimos (carretera muy virada).
Sin parada previa, me dirigí al espectacular Castillo, de origen musulmán s XI (hay baños de ese origen); para luego pasar a dominio cristiano y ocupado por la Orden de Santiago. Fue residencia oficial del gran maestre de la orden en el s XV. A lo largo de los siglos se han realizado varias rehabilitaciones y modificaciones, la última, en la década de los sesenta del siglo XX. Naturalmente, visité la fortaleza despacio. La altura del enclave permitía divisar amplias perspectivas de la serranía, plagadas de olivares.
En la base de la montaña del castillo, en los aledaños del pueblo, había una pintoresca y minúscula plaza de toros, de traza rectangular. Siempre que me encuentro con una pequeña y peculiar como era el caso, la fotografío encantado.
De Segura de la Sierra a Hornos (21 km), en la sierra de Cazorla. Llegué a la hora de comer. Me senté en una terraza arbolada con casi todas las mesas ocupadas (grupos de dos o tres personas). Tuve la infeliz idea de pedir una tempura de verduras, pero habría dado igual otra cosa porque si la cocina no funciona es lo mismo lo que pidas. En este caso la tempura estaba refrita, achicharrada y nadando en aceite. No tenía suerte con los restaurantes.
Fotografié un cuartel en ruinas de la guardia civil abandonado (un edificio grande y cerrado). Decidí continuar viaje hasta Cazorla.
Normalmente, antes, cuando viajaba echaba de menos una compañera de viaje (realicé incontables viajes con Naty), pero en este he cambiado la añoranza de una mujer por la de un perro. No quiero saber nada de mujeres, al mismo tiempo que de Charlie me acuerdo mucho. Cuando paraba en paisajes o pueblos, a quién echaba de menos era a mi perrito y a nadie humano. Sentirme acompañado por él, tan fiel y cercano. Cuando iba a recoger el coche apareció un hombre viejo que llevaba un perro mediano sujeto con una correa, llegaron a una furgoneta grande y vieja y se subieron ambos a ella. Eso me hizo pensar, por mera proyección, que ambos viajaban en la destartalada furgoneta y hasta dormían en ella. Realmente, no tenía ni idea de que pudiera ser así, pero se me antojó que sí. Compañeros de viaje: el viejo y su perro. Precisamente lo que a mí me gustaría: viajar con mi perro y con nadie más…
La Fotografía: Capilla del castillo de Segura de la Sierra, con una recreación de la vida de la Orden de Santiago. Al tratarse de una orden religiosa, una capilla era obligatoria. Por la estructura y los elementos constructivos se considera como mudéjar, de aproximadamente s XIII. La rehabilitación de hace sesenta años fue cuidadosa y la nave y ábside resultaban perfectos.