LOS MICROVIAJES
Albacete y Jaén: día 3 y 2
Viernes, veintiséis de septiembre de dos mil veinticinco
…De Hornos partí hacia Cazorla (81.6 km). Después de comer, con demasiado calor en el ambiente, tuve varias crisis de sueño que me obligaron a parar en un pueblo a descabezar un sueño, sin ni siquiera bajarme del coche.
Cazorla estaba abarrotado de coches. Tuve grandes dificultades para aparcar, entre otras: avancé por una calle larga y estrecha de la zona alta, sin encontrar ningún hueco, hasta que llegué al final del embudo que era la calle, lo que me obligó a dar la vuelta con grandes dificultades y volver en dirección contraria a trechos.
Empecé a no encontrar sentido a nada de lo que hacía. Era un viajero descabezado.
Finalmente conseguí aparcar. Fui hasta la plaza principal y me senté en una terraza a tomar un capuchino, que adornaron mucho y me costó carísimo, por cierto.
Momento valle del Microviaje (la cúspide había sido en Segura de la Sierra). No es que me faltara aliento y renegara de nada de lo que veía y de lo que no, que era mucho más; sino que todo me estaba costando demasiado esfuerzo sin resultados de consideración. Quizá era mi culpa (de quién si no), por no haber planificado lo suficiente. Aunque como acabo de leer que ha dicho un artista de esos que son famosos a escala universal, Robert Rauschenberg: “No planees nada, simplemente ve y hazlo”. No sé, no creo que a mí me funcionara; aunque bien mirado es lo que hago a todas horas y siempre.
Di unas vueltas por las calles céntricas y paré en otra plaza. Observé que había varias agrupaciones de Tunos de un lado para otro y sentados en las plazas. O participaban en una concentración o festival o yo qué sé. Todo se me estaba subiendo a la cabeza y mi malestar aumentaba.
Me pregunté, pero tú ¿a qué has venido a Cazorla? Como no supe responderme, decidí largarme no se fueran a arrancar a cantar los Tunos (habría sido de suicidio). Antes reservé un hotel en Baeza (53 km), siguiente punto de llegada.
Llegué en torno a las siete de la tarde. Otro colapso del navegador: obviamente, tenía programada la dirección del Hotel, pero hete aquí que cuando nos faltaba poco tropezamos con una calle cortada por obras. No podía continuar. Qué hacen mis navegadores en estos casos (Google y Waze), iniciar un enloquecido y obsesivo bucle en círculo, una y otra vez, regresar al punto de partida y volver a empezar, algo así como si me dijeran -no sabemos llegar dónde quieres- pero el caso es que no lo dicen. No me enfadé porque ya estoy acostumbrado. Dejé el coche en el punto más cercano posible (1 km) e inicié la marcha tirando de la maleta (pequeña) y cargado con el equipo fotográfico. Sí, el hotel estaba al borde de una gran plaza, toda levantada por obras. Menuda suerte.
Salí a cenar a un restaurante de la zona, en una terraza. Tomé ensalada de tomate con ventresca y una cerveza. No estuvo mal.
Me acosté temprano, como siempre…
La Fotografía: En Hornos, “Todo por la patria”, el edificio se encontraba en franca decadencia por no decir en estado de derribo. A la vista está. No es que yo sea un patriota, como tampoco soy un partidario acrítico de nada, lo he dicho mil veces; simplemente me gusta España, y, sobre todo, nuestra lengua, historia y cultura. Es donde ha transcurrido mi vida, y ahora, en la edad de los balances, no estoy decepcionado ni con el país ni con mi vida. No habría deseado ni otro país ni otra vida. Lo que me ha salido mal solo ha sido achacable a mis inepcias. Esta foto muy bien puede representar una metáfora del estado de deconstrucción y vejación a la que está siendo sometido el país (culpa nuestra, de los españoles).