30 OCTUBRE 2025

© 2015 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2015
Localizacion
Charlie Brown (Toledo)
Soporte de imagen
-DIGITAL (100)
Fecha de diario
2025-10-30
Referencia
11034

DIARIO DE LA NADA 22
“Ser agnóstico facilita hacerse a la idea de morir: la perspectiva de la nada es grata, sobre todo en momentos de contrariedad o desánimo”. Mario Vargas Llosa (sobre Jorge Luis Borges).
Sábado, veinticinco de octubre de dos mil veinticinco

Lo que dice Vargas Llosa no sé si a él le sirvió; tampoco lo sé respecto a Borges. Ambos fueron hombres de infinito talento y, además, de éxito ¿es eso la felicidad? Depende, dicen que sí, por lo del calor humano y, sobre todo, por la pasta.
Si tienes talento, tener éxito está al alcance de tu mano. Me pregunto: ¿es mejor para la vida plena, el talento o el éxito? Ni puta idea, me contesto. Depende de quién se trate. Tengo claro lo que me habría convenido: el talento, sin duda. Sin talento no hay éxito posible, además.
El éxito te lo otorgan los demás, esos de los que no quiero saber nada, pero por reacción porque no me hacen ni caso: ni me respetan ni me aprecian (de amor, ni lo menciono). Será porque no tengo talento.
Vuelvo al comienzo, a la cita, porque a poco que me relajo y me suelto acabo por los “Cerros de Úbeda”; por cierto, estuve hace un mes en Úbeda, pero no en los cerros. Ni siquiera me acordé de ellos.
Cuando estoy en horas bajas, si lo pienso, me da bastante igual morirme, es más lo veo como un alivio porque supondría bajar el telón de mi estúpida representación de estar vivo sin estarlo. Lo sé porque soy el único espectador (testigo) de mi vida a todas horas y sin escapatoria posible (por eso el diario, para ir comentado la representación y que parezca que la sala no está vacía). Pero, ya cansa el rollo y la superchería.
La perspectiva de la nada es grata”, decía Llosa. Sí, pero será después de muerto, porque en vida es un odioso coñazo.
En verdad os digo que, más que agnóstico, creo ser ateo, por lo que me temo que estoy gravemente equivocado. Por mi carácter dubitativo y descreído, encajo mucho mejor en el agnosticismo: quien no sabe. Cambiaré de filiación espiritual donde haya lugar y ante quien corresponda: a partir de ahora seré agnóstico: ni sabré ni creeré.
No obstante, conviene que haga una salvedad, una excepción a favor de la creencia, porque: creo fervientemente en que no hay otro estadio de la vida (espiritual, sería) más allá de la finitud del cuerpo, por mucho que se lo dijera el Papa Francisco a Javier Cercas en un avión. Supongo que para que resultara más creíble por estar en el cielo mismo.
Levanto la vista de la pantalla y veo la urna donde guardo las cenizas de Mi Charlie, y además de sentir una inmensa tristeza por él y por mí, me reafirmo en que mi amado perrito no está en ningún paraíso para perritos buenos, está en la urna que me mira todo el día.
No tengo ni idea de porque estoy divagando descontroladamente, si yo quería escribir sobre la proximidad de El Día de Todos los Santos (el de los muertos), que se celebrará en unos días. Seguramente será porque ahora estoy oyendo apasionadamente la novela de Guillermo Arriaga, El Salvaje, que entre otros aspectos trascendentes de la vida (en Arriaga todos lo son, es un narrador puro de emocionantes aventuras), trata de la creencia fanática en el Hijo de Dios (Jesucristo, aclaro esto porque dioses hay muchos); y sobre perros y lobos, criaturas a las que solo se puede amar. Es peligroso por adictivo este autor: me lleva hasta mundos fascinantes de los que no quiero salir.
La Fotografía: Mi Charlie con un año, cuando creía que podía volar. Por esa fantasiosa y loca idea, pudo morir. Nos acompañábamos a todas partes, como siempre hicimos. Por entonces fotografiaba mucho en casas abandonadas. En una habitación revoloteó una paloma asustada que salió volando por una ventana perseguida por Mi Charlie, que también voló persiguiéndola (saltó limpiamente por el alféizar). Corrí asustado a mirar temiéndome lo peor. Mi perrito estaba corriendo, buscando la paloma debajo de la ventana como si nada: era una planta baja. Si hubiéramos estado en el tercer piso (la casa los tenía), habría hecho lo mismo y se habría estrellado contra el suelo, o no, porque a lo largo de su vida se cayó varias veces desde alturas inauditas (hasta en un pozo profundo) y jamás le pasó nada. Mi vida con Charlie era infinitamente más emocionante y aventurera.

Pepe Fuentes ·