Diario de lo Difícil 6
¿Has estado alguna vez enamorado?
El amor es para gente real. Tú pareces real.
No me gusta la gente real.
¿No te gusta?
La odio.
Charles Bukowski
Viernes, siete de noviembre de dos mil veinticinco
Me está resultando difícil sobrevivir a mi permanente abstinencia. De todo tipo. No tanto orgánica, como imaginaria; sí, hablo del amor, que se antoja una ficción, pero que funciona en una dimensión real, tangible en lo físico y en todo lo demás. Produce risas y placer y es un misterio insondable difícil de explicar y fácil de entender cuando lo sientes. Hay muchos tipos de amor, pero el apasionado enamoramiento, el más sublime de todos, es una rareza que solo habita en los sueños, en la poesía y en las novelas.
No sé por qué estoy escribiendo así, de esta manera tan evanescente, ahora que está lloviendo con fuerza dentro y fuera de mi clausura uterina.
Ayer por la tarde, con mi estado de ánimo contrariado por reparaciones domésticas: vino un técnico a arreglarme el lavavajillas y lo destruyó, acabó con él, se quedó con la puerta entre las manos y huyó cobardemente, corriendo y sin mirar atrás. La lio parda el jodido técnico, parecía que odió a muerte a mi maltrecho lavavajillas y descargó en él sus seguras frustraciones. Fue catártico. Tuve que comprarme otro esa misma tarde. Turco y más barato que los de marca alemana.
Hoy, cuando mi hermano y Naty se han enterado, me han regañado (piensan que se romperá enseguida y puede que tengan razón). No les he dije que quizá, lo que les pasa, es que están infectados de prejuicios. Me he defendido de sus críticas argumentándoles que, el comercial me dijo que todos los electrodomésticos traen en sus entrañas la obsolescencia programada y no dura ninguno más de seis años. Me lo creí porque es una mala noticia y suelo creérmelas todas.
Contesté al vendedor que vale, que lo compraba, lo que no le dije, porque eso a él no le importaba, que mi obsolescencia se activará también en cinco años, más o menos (a los 77), luego que me daba igual que el dichoso aparato dure solo seis porque yo ya estaré muerto.
Me hace gracia que el último lavavajillas de mi vida sea turco. Eso no se lo he dicho a mi hermano y a Naty.
Antes de salir de mi casa hacia la tienda de electrodomésticos, hablé mediante videoconferencia con mi representante de asuntos amorosos, a fin de darle un cumplido informe de lo que no sucedió (hasta notas tomó) en la última cita a ciegas que tuve con una mujer sexagenaria ¡qué difícil resulta todo a estas edades! Era una cita para encontrar el amor, según me tiene dicho ella, pero, lamentablemente, tuve que informarle de que el intento fracasó (todos lo sabíamos de antemano). Esa mujer y yo no encontramos el amor el uno en el otro, a pesar de que empleamos hora y media en la búsqueda.
Alejandra me dijo que todavía no sabía cómo se sintió la otra parte de la cita a tientas, porque aún no se había puesto en contacto con ella (quizá no ha parado de correr, se fue escopetada como alma que lleva el diablo).
No le dije a mi agente que no me importaba; porque a mí lo que me gustaría sería enamorarme de ella. Me gusta mucho mi agente. No lo hice porque no habría sido oportuno. Puro inconveniente. Da igual, porque eso no pasará. A estas alturas de la edad, los enamoramientos, solo de mujeres intangibles, soñadas (como las protagonistas de las películas y las series que ya solo veo para soñar el amor), en absoluto reales.
Luego ya, el resto de la tarde noche, nada pasó.
La Fotografía: La foto de hoy (2014), la he traído porque sí, porque me la he encontrado accidentalmente en el tráfago diario en el que muevo fotos en mis carpetas sin fondo, de un lado para otro. Me ha encantado lo guapísimos que estamos los tres. Yo, con 61 años; Naty 49 y Yuki no lo sé, pero creo que más joven, quizá 40, como mucho. Nuestra amiga vino a nuestra casa, una tarde noche de invierno para que la fotografiara a mi petición. Luego, cenamos. En esa época y desde hacía unos cuantos años hacía todos los retratos que podía porque me encantaba. Consideraba y sigo haciéndolo que la esencia misma de la fotografía es el retrato, por encima de cualquier otra opción. El problema radicó en que no encontraba modelos, a pesar de que les entregaba una copia esplendorosa en 50×60 cm en soporte baritado, tratado para larga permanencia. Ni así conseguí hacer todos los retratos que me habría interesado hacer.