19 NOVIEMBRE 2025

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Espartaco, película de Stanley Kubrick (1960)
Soporte de imagen
-DIGITAL 12.800
Fecha de diario
2025-11-19
Referencia
11213

La vida superflua 2
«La culpa, querido Bruto, no recae en nuestras estrellas
Sino en nosotros que estamos bajo ellas.»
William Shakespeare, Julio César
Domingo, dieciséis de noviembre de dos mil veinticinco

Me he levantado a las siete, ni pronto ni tarde. Lo primero, escribir durante casi dos horas. Después de desayunar he decidido dar mi paseo mañanero diario. Ha resultado ridículo el primer intento. He ido en coche hasta el punto de salida, no llevaba prenda de abrigo ni paraguas, ahíto de optimismo.
Cuando he salido del coche, ha comenzado a llover. He caminado trescientos metros, desafiante, pero enseguida me he sentido muy tonto mojándome sin necesidad. He renunciado al paseo y he vuelto a mi torre, a ver llover, con la intención de no salir en todo el puto día; pero no, cuando me he sentado frente al teclado, ha salido el sol (me he vuelto a llamar tonto). Creo que me volveré a ir, me he dicho, pero esta vez sin coche, porque sé que todo el día sin salir a la calle se me hace eterno y tendré que acostarme antes, siempre antes de antes (como siga así, ni me levantaré).
Once de la mañana: me voy otra vez… Me haré acompañar por Juan Tallón (Mil cosas), por dos razones: me gusta este autor, fluido y cercano a la cotidianidad inteligente; y porque por fin he terminado, muy fatigado, Los tres mundos, de Santiago Posteguillo.
Cuando vuelva del segundo intento de caminar, escribiré un poquito de esta voluminosa y poco musculada obra… he tardado en volver, aunque solo he caminado 7,2 Km, despacio. En la senda del río me he cruzado o me han adelantado muchas personas corrientes horrorosamente vestidas, pálidas, desmejoradas, nada atléticas. Los domingos, la senda, al lado mismo del río, es un penoso discurrir de personas de respiración entrecortada y expresión moribunda.
La magna obra sobre los prodigios guerreros de Julio César, de casi treinta y tres horas de escucha, por sustancia y estilo literario no lo es. Para un lector corriente como yo, transmite la idea de que Julio César no solo fue procónsul, sino un superhéroe infalible e indestructible. Arrojado y listo hasta el prodigio.
Posteguillo, despliega con meticulosidad entomológica y extenuante batallas contra incontables tribus galas, alemanas (suevos) y britanas (llegó a cruzar has las islas), con un lenguaje actualizado en sus descripciones y diálogos entre sus personajes, que si por un lado prima una lectura comprensiva y fácil (eso está bien), por otro, descontextualiza el momento histórico un tanto desenfadadamente (por ejemplo, el imperio romano que en ese momento tenía estructura de república él ya lo denomina estado, cuando fue un concepto que surgió a partir de Maquiavelo s XVI.
Esas inexactitudes, por ejemplo, no son nada comparadas con las molestias que provoca un estilo literario bastante lineal y pobre de recursos, aunque las elipsis de espacio y tiempo estén bien dosificadas e intercaladas, ensanchando la mirada histórica. Sin embargo, en el plano descriptivo de la vida íntima de los personajes, recurre a una narrativa poco elaborada (argot de culebrón televisivo de las cuatro de la tarde) y a recursos narrativos de trazo grueso, sin chispa imaginativa.
El colmo de la decepción me llegó ya en el penúltimo capítulo, donde relata una devastadora riada del Nilo que poco tiene que ver con el núcleo de la novela, traída por los pelos, para asimilarla, por las buenas o por las malas, a la devastación de la dana valenciana (él fue víctima, y los momentos de escritura probablemente coincidieron con el desastre y su justificado enfado). Pone en evidencia la irresponsabilidad del gobierno egipcio (los sacerdotes) y el buen corazón popular de Cleopatra, yendo a abrazar a los damnificados, como nuestros reyes en Paiporta y la zona afectada. Elabora una copia exacta de lo que ocurrió aquí, echando en falta al ejército, hasta con el sumo sacerdote huyendo a la carrera, trasunto exacto de Sánchez (el otro emperador de nuestro tiempo).
A primera hora de la tarde he terminado la novela de Tallón, que me ha encantado.
La tarde: silencio sepulcral, cena, película y deseados y tranquilos sueños.
La Fotografía: El autor añade una información a modo de epílogo sobre las fuentes y la elaboración de la obra. En ella se refiere a dos licencias extra históricas o literarias que se permite; una no tiene mucha importancia, sin embargo, la otra sí, porque es a propósito de uno de los personajes que recorre toda la novela como secundario de ficción, una figura evanescente, misteriosa y sabia a la que llama eufemísticamente El Extranjero, que actúa como asesor áulico de todas las tribus enemigas de César. Este personaje, fino y respetado estratega del que nadie sabe su nombre, en el epílogo, el autor, le concede un perfil concreto identificándolo como Espartaco, ya que, al parecer, su cadáver nunca se encontró; a pesar de que, en la película homónima de Stanley Kubrick, termine crucificado y perfectamente reconocible: Espartaco era Kirk Douglas. Prefiero la versión de Kubrick por ser más plástica, glamurosa y plausible.

Pepe Fuentes ·