Diario de un hombre Invisible: 6.1
«Estás jodido si necesitas estar pendiente del teléfono para saber si la gente te quiere o no». Ángel Martín
Viernes, veintiuno de noviembre de dos mil veinticinco
Miro el teléfono con frecuencia… No para preguntarme quién me quiere, como dice A. Martín, porque lo sé… Aunque eso, a ciencia cierta nadie lo sepa. Para mí es sencillo, quizá lo único que lo sea en mi vida.
Para llegar a esa certeza me basta con seguir una sospecha: nadie quiere a nadie y todo es disimulo, acuerdo o intercambio, como venga bien a las circunstancias.
Reconozco que al teléfono lo miro mucho, y mientras lo hago me alejo de la soñada divinidad ¿alguien puede imaginarse a Dios consultando el móvil? Nadie y yo tampoco. A no ser que el móvil sea el propio Dios (algo de eso hay).
Lo hago, primero como acto reflejo maniático, triste y tontamente adquirido: para ver si tengo algún correo de alguien que pueda interesarme lo que me diga.
Sigo conectado al mundo a través de dos únicas ventanas, de la misma naturaleza y propósito: páginas de contactos para ligar, echarme novia o algo parecido. Aunque eso es mentira o no es verdad del todo, porque, realmente es una especie de subterfugio para no cortar el cordón umbilical con el mundo y para creerme la idea de que sigo vivo. Sé que lo estoy, pero abrigo dudas, sobre todo porque hay autores a los que tengo presentes que me confunden y perjudican, como Antonio Porchia: “Uno es uno con otros; solo no es nadie”. Hay muchos más que dicen cosas parecidas, como Woody Allen, del que me estoy ocupando en estos días, pero no sé si tienen razón, y si la tienen, yo puedo considerarme una excepción y no pasa nada.
La única realidad tangible y de efectos reales en mi vida diaria es que cada vez que tomo el teléfono entre las manos (dos veces por hora o más), lo único que hago es constatar que sigue sin quererme nadie, pero aprovecho para borrar los superfluos avisos de entrada de correos “basura” que son todos, en torno a cuarenta diarios, más o menos (los he contado) … Este invierno que acaba de empezar se me va a hacer largo, seguro, seguro…
La Fotografía: Ahora que lo pienso, a lo mejor ninguna mujer me escribe porque ha corrido la voz, sin yo saberlo, de que me estoy empleando en cambiar mi relación con ellas: de amante a misógino; y el aprendizaje lo llevo muy adelantado.