DIARIO DE ENVEJECIMIENTO 68
Solo creemos en Dios para evitar el torturador monólogo de la soledad. ¿A quién, si no, dirigirse? Al parecer, Él acepta de buena gana el diálogo y no nos guarda rencor por haberle escogido como pretexto teatral de nuestros abatimientos. Cioran
Lunes, veinticuatro de noviembre de dos mil veinticinco
Otro fin de semana espantoso (se me dan fatal los dos días y medio del fin de semana).
A partir de hoy, lunes, espero que la niebla levante y vea un poco más allá de mi entorpecido horizonte.
Me observo atentamente y voy evaluando e incorporando a mi mundo consciente los cambios que se van produciendo en mis deseos y ganas de hacer.
Esta constante y meticulosa observación no me aporta datos o síntomas alentadores, todo lo contrario. En el cuadro clínico salta a la vista una evidente desgana y desaliento que me provoca una creciente pasividad.
Si el ritmo de decaimiento vital mantiene la tendencia, en un año, como mucho, estaré postrado. Hacer cualquier cosa, por mínima que sea, me parecerá un mundo. Y ya no digamos el hecho de ir a Madrid que, aunque sigue ahí, cerca, y que después de rebasar Getafe enseguida llego; me va a parecer que está a una distancia sideral e inalcanzable.
En mi ciudad tampoco iré a hacer nada de nada; y en cuanto a hablar con otras personas, lo mismo, una escalada para la que me faltará el aire.
Ahora, hago menos de todo, a saber, hace tan solo dos años, cocinaba, pongo por caso, ahora compro comida hecha; iba a Madrid al teatro; ahora hace más de un año que no voy; acudía a cenas con desconocidos y ahora, que he retomado esa actividad, dudo repetirla. Preveo que las pocas personas cercanas ahora irán alejándose hasta prácticamente desaparecer. Y así con todo. Hasta que me convierta en un ectoplasma huidizo e inmaterial.
No, no pintan bien las cosas por aquí.
Ah, y por si no ha quedado claro a pesar de Cioran, este Diario es el Dios mismo de mi vida.
La Fotografía: El Dios del nuevo testamento (está el viejo, el del mundo judío; y el nuevo, el de los cristianos), camino del Gólgota, recreado cinematográficamente por Roy Anderson en la película: Sobre el infinito (2019), en el que un desertor de la creencia es severamente castigado por las gentes porque, a su edad, ha decidido cuestionar un destino acorde con lo que se esperaba de él. La disidencia, entre humanos, siempre es severamente castigada. A él le crucificarán y a otros, sin significación especial, los repudiarán mediante el indiferente silencio.