DIARIO ÍNTIMO 134
Sobre los hijos: nos sentimos ante ellos como niños en presencia de adultos, cuando en realidad estamos absortos en nuestro lentísimo proceso de envejecimiento. Cualquier gesto que realizan nuestros hijos nos parece fruto de una gran sagacidad y pertinencia, nos parece lo que siempre habíamos querido hacer nosotros y que quién sabe por qué nunca hicimos. Nosotros, por nuestra parte, no conseguimos realizar un solo gesto que influya en el presente, porque cualquiera de nuestros gestos se precipita de manera mecánica en el pasado. Natalia Ginzburg
Viernes, veintiocho de noviembre de dos mil veinticinco
Hoy es un día especial para nuestra familia: Gabriel, mi hijo, cumple cincuenta años.
La familia original, su madre, Carmen; yo, su padre, y él, seguimos aquí, en el mundo y, por ahora, creo que los mayores todavía estaremos algún tiempo; y mucho más él y su propia familia: Jackie, Lucía y Emma.
Observo con asombro y orgullo a mi hijo porque ha sabido construir su vida sobre valores sólidos, sensatos y justos, con independencia y determinación.
Como dice Ginzburg, ante él me siento como un niño que solo consigue equivocarse y, por supuesto, con la convicción de que nada de lo que yo haya podido hacer como padre ha sido relevante en la conformación de su saber estar en el mundo.
Pragmático y eficaz en los aspectos que requería serlo; y, cariñoso, sensible, sentimental, emotivo y cercano en todos los demás. Siempre atento en todo y con todos los que él ha considerado de los suyos; y, por supuesto con sus amigos de siempre y me refiero a los de aquí. Seguro que también con los que habitan en su mundo de ahora, en su país de adopción, donde ya lleva más de veinte años.
Me siento inmensamente feliz por la vida y la familia de mi hijo. Sé que le seguirá yendo bien, muy bien, siempre, sencillamente porque se lo merece por su bien hacer.
Naty, la que fue mi mujer durante tantos años y que lo conoció en plena adolescencia, siempre me dijo, cuando surgieron circunstancias que, aunque remotamente, podrían suponer alguna preocupación, que no había motivos porque estaba completamente segura de que él superaría cualquier dificultad que se le pudiera presentar.
Jamás hemos tenido problemas de relación entre nosotros, y me refiero a nuestro núcleo y, desde luego, entre él y yo; y sé que tampoco con su madre, todo lo contrario. Puede que seamos, todos, un modelo de familia porque nunca han existido fricciones o distorsiones afectivas o alejamientos incomprensibles, que pueda recordar.
Las rupturas de parejas, dos en mi caso, no supusieron crispaciones o una palabra más alta que otra.
Siempre hemos sido personas cuidadosas y educadas, de alto grado de civilidad y cortesía en el arte del mejor vivir, y ahora, mis nietas, educadas por Gabriel y Jackie, su mujer, están construyéndose a sí mismas con sentido de la responsabilidad plena y brillante desempeño en todo lo que hacen.
Tenemos infinitas razones para sentirnos todos contentos y tranquilos.
Gabriel, te felicito por tu medio siglo de vida, con todo el reconocimiento, respeto y amor del mundo.
Además, nos veremos en doce días, que vendrás a vernos y eso será inédito en diciembre y genial.
La Fotografía: Gabriel, con dos años y medio, en la terraza del piso en el que vivíamos en 1977, él, su madre y yo. Su expresión es la de un niño inmensamente feliz, alegre, vital, divertido… Así lo ha sido en todas las etapas significativas de su vida: niñez, adolescencia, juventud; y en el momento de su traslado a EE.UU, y en la formación de su propia familia, lo mismo. Perfecto siempre.
He querido traer esta foto de tan niño, porque en ella ya aparecen nítida y prometedoramente todos los rasgos esenciales de quién es ahora, con cincuenta años. Como padre siento una gran admiración y amor hacía mi hijo. Ha colmado con creces todas las expectativas que ni siquiera alcancé a imaginar; y si observo su manera de ejercer la paternidad con sus hijas lo mismo, me parece un padre de familia insuperable.