EL DÍA DE LOS EPÍLOGOS 56
Colección de misceláneas (7): Películas 6; cuatro de Woody Allen, de 1977 a 1980. Quizá la época de su carrera que recuerdo con más proximidad temática y cariño, aunque sé que detrás vienen más, muchas interesantísimas. He disfrutado algunas noches con las películas de Woody. A principios de mes vi y traje al diario Sirat, de Oliver Laxe, de mucho éxito, mundial incluso, pero a la que yo puse reparos porque era de mucho sudar y poco pensar. Por último, El Jurado, de Samuel Theis, para mí interesante, pero no por el tema judicial; sino por la escandalosa diferencia de edad entre dos amantes. En cuanto a lecturas, en este apartado solo he escrito sobre El hombre, de Guillermo Arriaga, autor mexicano que acabo de descubrir y que me ha fascinado.
Diario de un hombre invisible (5): En este capítulo he vuelto a retomar la maravillosa experiencia de leer a Arriaga, en este caso: Salvar el fuego. Magnífica también. Luego un cuentecito de cuatro capítulos sobre mi intensa relación con mi móvil y la no tan interesante, y menos intensa, con mujeres de las páginas de contactos sentimentales que me resultan un puñetero desastre, en absoluto motivante, todo lo contrario. Salvo por una, especial, con la que he iniciado una interesante conversación.
Diario de la soledad (3): Reseña y reflexión a partir de un documental sobre el suicidio: El estigma del silencio, de Sergio Hernández, interesante a partir de la tremenda significación dramática del hecho de matarse; aparte de que el documental en sí tiene alcance, seriedad formal y buena realización. Ni que decir tiene que, para mí, los suicidas tienen todo el respeto y consideración. Algún día, yo también querré ser un suicida.
Diario íntimo (2): Análisis de la significación de lo íntimo para mí. Lo que lo es y lo que no. Lo que es, lo cuento y lo que no, pues no. Y, lo más importante, la felicitación a mi hijo por su cincuenta cumpleaños.
La vida superflua (2): La crónica de un fin de semana de mediados de mes. Este capítulo es nuevo: el diario estaba necesitando un título como este. Hablo de lo que no hablo con mi vecina; de mi exhibición hacia la calle desde mi torre de clausura; de lecturas: Santiago Posteguillo y Juan Tallón. Me gustará escribir bajo la protección de un título tan relevante.
Diario de clausura (2): Reflexiones a partir de la clausura, incongruencias, seguramente. Vivir apartado del mundo y en silencio genera monstruos y tontunas, a partes iguales.
Diario de lo difícil (2): Una crónica del encuentro con una mujer, en Madrid, de expectativa amorosa, incumplida, por supuesto. Después de hora y media, ambos huimos en direcciones opuestas, con el firme propósito de no volvernos a ver nunca. La otra entrada, sin significación especial pero especialmente molesta: averías domésticas que me han salido carísimas.
Los días (2): Crónica de una salida un sábado por la noche, la única que he hecho en este mes (también salí a fin de mes, pero eso lo contaré en el diario del mes que viene). Me encontré con una antigua conocida, y fue una sorpresa por inesperada. No pasó nada porque no podía pasar nada. Nos prometimos volvernos a ver y ambos hemos puesto especial cuidado en no hacerlo y no lo hemos hecho. Ha sido fácil. La otra entrada, un día normal, de paseo, lecturas y ruinas romanas con performance incluida (la foto fue de hace años).
Diario de un condenado (1): Abandonaré este capítulo, es negativo, nefasto e incierto; sobre todo porque yo no estoy condenado a nada, o sí, pero es a morir y eso no es una excepción. Será la última entrada de este capítulo. En esta última entrada hablé sobre Yakarta, una serie interesante protagonizada por Javier Cámara (deprimido).
Diario de la nada (1): Es la del uno de noviembre, día de difuntos, en el que hablo de muertes (de los míos) y cementerios, y sobre todo, de mi deseo de no ser incinerado sino inhumado. Lo tengo claro (ahora, luego, lo mismo cambio de opinión).
Diario de envejecimiento (1): Más que envejecimiento, desgaste vital y desgana. Y, de irrefrenables cuestas abajo.
La Fotografía: El otro lado del espectro de mi vida, la de mi hijo con su familia, Jackie y Lucía (falta Emma, que este año estuvo en Londres, mientras ellos aquí). En esta fotografía no hay melancolía, tampoco nostalgia de nada, solo alegría y rebosante vitalidad. Todos esos aspectos más grises solo le pesaban al fotógrafo. Era la foto que tocaba hoy y este mes, cuando Gabriel ha cumplido cincuenta espléndidos años.