CENA RARA 9.3
“No hay nada que necesite tanto de reforma como los hábitos de los demás”. Mark Twain
Sábado, veintidós de noviembre de dos mil veinticinco
… Casi al mismo tiempo y, por último, llegó Alberto, también en la cincuentena, recién divorciado, y con hijos pequeños. Hombre discreto, educado, conversador cuidadoso, prudente, atento y conciliador. Tenía una profesión de alta cualificación en el mundo de la industria farmacéutica (supongo que ejecutivo o investigador).
Comenzó la representación tanteando por dónde adentrarnos. Era lógico que lo hiciéramos de nuestras circunstancias y mezclarlas amenamente. Habitualmente es así.
Teníamos dos inconvenientes para que la cena fluyera bien encauzada: por un lado, la falta de sutileza y desarreglada personalidad del comercial; y por otro, la inestable actitud de la ingeniera; ambos, y cada uno por sus personalísimas razones, eran una amenaza para el ecosistema de la mesa.
Normalmente y dado que estas dichosas cenas son pura terapia paliativa para la soledad, yo suelo sugerir un tema esencial, que, si bien es resbaladizo, también resulta coherente: la soledad, dado que todos, teóricamente, estamos solos.
El tal Max, me siguió el juego y repitió sin sombra de duda que él se encontraba estupendamente solo (era divorciado con hijos). La razón que adujo: odiaba a todo el mundo (era un aprendiz de sociópata), argumentándolo sin ninguna sutileza. Consideraba a la gente, en general, como burdos zoquetes. Relacionarse con otros le provocaba impaciencia y malestar. Prefería estar solo, pero a pesar de todo, allí estaba, con desconocidos.
Su demagógica simpleza se podía resumir, simplificando, en algo así como: todos son muy tontos, y yo muy listo; por lo que odio al mundo y me amo a mí mismo hasta el paroxismo narcisista (sin causa, por cierto). No recuerdo haberme tropezado con alguien tan mastuerzo.
Decidimos pedir un plato de entrante elegido por cada uno (cinco), más vino, que bebimos todos.
Tocaba comenzar a hablar y cumplir con la terapia grupal para la que teníamos entrada y derecho de participación (escuchar y soltar nuestro propio rollo)…
La Fotografía: Minuto veinticinco: estábamos todos, cinco de los siete anunciados. Alberto en el centro, y más cercano a la cámara.