7 DICIEMBRE 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
PELICULA: Recuerdos de una estrella, Woody Allen (1980)
Soporte de imagen
-DIGITAL 12.800
Fecha de diario
2025-12-07
Referencia
11242

Diario de la Soledad (nueve)
“A veces se preguntaba si no pertenecería él a una clase de gente secretamente convencida de que tenía una especie de arreglo con el destino; esa gente, que, a cambio de su docilidad e ingenua bondad, se creen protegidos de las peores brutalidades de la vida”. Saul Bellow
Martes, dos de diciembre de dos mil veinticinco

Ayer por la tarde tuve una experiencia mística, reveladora, feliz…
Antecedentes: Hacía por lo menos quince días que recibí un requerimiento amistoso del INE (Instituto Nacional de Estadística), para realizar una encuesta sobre la –utilización del tiempo-, o, dicho de otro modo: qué hacía a lo largo de un día concreto (incluso a las horas de dormir, que en todo caso sería soñar).
Me dije: -y a estos qué coño les importa lo que un tipo anónimo y viejo hace o deja de hacer- No hice caso, naturalmente.
Pero, a partir de ahí sufrí un bombardeo de correos demandando mi colaboración. Uno diario, más o menos.
Bueno, venga va, y para quitármelos de en medio, entré en el formulario con una contraseña que me facilitaron.
Comencé: enseguida comprobé que el formato digital era un despropósito, nada intuitivo y tormentosamente molesto, con avisos de error constantes. Estaba diseñado por un equipo de programadores dementes, pero, sobre todo, ineptos, que enseguida consiguieron sacarme de quicio.
Ah no, me dije, esta gente se puede ir a la mierda, no tengo tiempo para esta tontería, absolutamente irrelevante. Además, me dije, a pesar de que la elección de participantes habrá sido aleatoria, yo no represento ni de lejos, ninguna tendencia social. Soy un cenobita que vive en guerra consigo mismo y de espaldas al mundo, y ya está.
No, el asunto no iba a ser tan fácil, qué va. Estaban empeñados, seguramente porque no tenían otra cosa qué hacer.
Ayer por la tarde, en mi hora de no hacer nada y mirar intensamente al techo, recibí una llamada de una mujer que se presentó como entrevistadora del INE, para preguntarme por mi fallida encuesta. Le dije: mira, lo he intentado y no soy capaz de responder a ese dichoso formulario, no tiene sentido técnico, no es intuitivo y funciona con el único propósito de sacar de quicio a cualquiera.
Ella se apresuró a darme la razón diciéndome que ellos llevan un año peleando con el formato y que habían concluido que era imposible de confeccionar. Y toda esa movida con dinero público, pensé, pero no se lo dije.
Me propuso hacerla en línea, juntos. Le dije que me parecía bien, que era mi hora de mirar al techo, y que, si no necesitaba cambiar de postura, vale, lo hacíamos.
Además, abunde: será fácil, porque yo hago lo mismo cada día a las mismas horas, durante los siete días de la semana (siete de siete, treinta de treinta y así todo el año). Y, claro, terminamos en un minuto. De pronto vi claro que vivía una vida sin parangón, perfecta. A medida que enumeraba mis sencillas y rutinarias actividades, al oírme, descubrí sorprendido que me gustaba mucho mi manera de vivir.
Para terminar me hizo algunas preguntas sobre mi estado emocional, de salud y mis circunstancias vivenciales, con quién vivía y cosas así. Sin sombra de duda, fui contestando a todo, al mismo tiempo que sentía que mi vida era inmejorable: ninguna enfermedad, ni física ni psicológica, todo óptimo, todo positivo, nada negativo. Y lo curioso fue que en ese momento todo lo veía así, sin sombra de duda.
A ella le encantó oírlo y me dijo que su experiencia profesional conmigo había sido insuperable y que, si todas las entrevistas fueran así, su trabajo sería el mejor del mundo (eso lo estoy añadiendo yo de mi cosecha); pero lo cierto es que cuando resumimos los dos la experiencia, nos reímos y expresamos lo contentos que estábamos: ella por haberle resultado fácil su trabajo, y yo porque, inesperadamente, me había sentido encantado conmigo mismo.
Una de las claves de tanta plenitud, será vivir solo, me atreví a vaticinar.
Sí, eso pensé y el resto de la tarde, en mi estudio de clausura, la pasé casi eufórico. Hasta llamé a mi vecina para cotillear un poco sobre las cosas que pasaban en nuestra calle. También, mi vecina y yo estuvimos encantados con la conversación maliciosa que mantuvimos: qué buen rato hemos pasado -dijo ella-
La Fotografía: De la película, Recuerdos de una estrella, de Woody Allen (1980). Figuras en contraluz, así es el mundo de los humanos para mí, sin perfiles, ni textura, ni atractivo… salvo que me gusten bastante.

Pepe Fuentes ·