12 DICIEMBRE 2025

© 2015 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2015
Localizacion
Charlie
Soporte de imagen
-DIGITAL (JPG) 32. (MOVIL)
Fecha de diario
2025-12-12
Referencia
11307

 DIARIO DE MI FELICIDAD 14.1
“Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro”. Franz Kafka
Jueves, once de diciembre de dos mil veinticinco

Ayer fue un gran día. No es frecuente. Tengo que dejar constancia, cómo no.
Salí de mi casa a las seis y cuarto de la mañana, en plena noche y lloviendo.
Me dirigí a Madrid, al terminal cuatro del aeropuerto Adolfo Suárez (curiosamente, el héroe de estos últimos días).
Compartí la carretera, para mi disgusto e incomodidad, con miles y miles y miles de gentes conduciendo sus coches. Como yo.
Llovió y llovió y llovió, todo el camino, por la carretera atestada de coches, y coches y coches.
A medida que avanzaba fui escuchando una biografía, por segunda vez (la primera la trituró mi desmemoria), de Andy Warhol, de Jean-Noël Liaut, interesante y amenísima. No he terminado. Decidí acercarme a esta obra porque necesitaba escribir una entrada (o dos), sobre Warhol (exposición reciente, visitada en el Thyssen), y me percaté que apenas sabía nada del artista.
Mientras me acercaba por tierra; Gabriel volaba hacia Madrid.
Llegué al aeropuerto, a la zona de llegadas, a las ocho y cuarto.
Mientras esperaba la salida de Gabriel (tardó una hora), me dediqué a observar perezosamente a quienes esperaban a los viajeros. Pero, no a las personas (no me interesaban), sino a los perros (había tres o cuatro), grandes, medianos y pequeños. En la calle, normalmente, solo tengo ojos para ellos.
Fue una observación productiva porque comprobé, una vez más, la tremenda importancia que tienen para las personas (y viceversa): cuando llegaba el viajero al que esperaba el perro y sus acompañantes, este se volvía loco de alegría (ocurrió en todos los casos que vi, varios); entonces se organizaba un círculo de personas entre los que habían llegado y los que esperaban; pero el protagonista absoluto era el perro, loco de alegría, en el centro, que se subía una y otra vez sobre todos para hacerles partícipe de lo inmensamente contento que estaba, ahora que había venido quien no estaba; y, las gentes, a su vez, se ocupaban del perro y poco de las personas (las que llegaron o esperaban). El protagonista, el perro. Ellos: el centro de la vida de las personas.
A una mujer de mi barrio que veo a veces en mis paseos, se le ha muerto su perra, me lo contó el otro día, llorando. A su hijo, que se le ha muerto su perro, hace poco también (los perros duran menos, luego se mueren más), después de unos meses sigue llorando la ausencia; tanto que, cuando viaja lo hace acompañado por las cenizas de su perro muerto. Sí, eso, me contó. Me lo creí.
Gabriel apareció a las nueve y cuarto. Nos dimos un sentido y feliz abrazo.
Volvimos a nuestra ciudad lloviendo y charlando de nuestras vidas y nuestras cosas. Ahora, Gabriel y desde hace veintidós años, tiene otra ciudad: Chicago. Pero sigue siendo toledano y siempre lo será.
Por la tarde nos emplazamos para volvernos a ver…
La Fotografía: Mi Charlie, cuando solo era Charlie porque tenía menos de un año y todavía no le había añadido el posesivo. Estaba en el momento del carácter indeciso: su lado medroso se manifestaba con la oreja caída; y el de la arrojada vitalidad, con la oreja levantada. Finalmente se hizo adulto y prevaleció el lado valiente: las dos levantadas. Tengo las cenizas de Mi Charlie en una urna, en un estante por encima de mi cabeza que hace que sea visible todo el día desde mi cheslón de escribir, en mi clausura. Sin embargo, no rezo por la paz y gloria de su alma canina, porque desde hace nada soy agnóstico. Tampoco viajo con las cenizas, como el hijo de mi vecina. Sin embargo, su recuerdo me acompaña a diario, como él a mí cuando vivía.

Pepe Fuentes ·