La vida superflua 4
“Reír de no reír, llorar de no llorar; ser de no ser”. Antonio Porchia
Sábado, veinte de diciembre de dos mil veinticinco
Ayer, viernes, algunas cosas, olvidables por irrelevantes; aunque trascendentes por metafóricas y risibles: las tres primeras horas desde que me levanté: escribí la entrada de ayer, ya olvidada.
Luego, llevé el coche a revisión anual, cambiaron el aceite y alguna cosa más sin importancia y me cobraran 350 €, es decir, se rieron de mí; pero a cambio, un trabajador del concesionario, que en todo momento se mostró titubeante, inseguro y amabilísimo, me dijo que el coche se encontraba en un estado de salud mecánica insuperable. Relativicé el sablazo porque no tenía más remedio y porque hasta dentro de un año no volveré. Un claro motivo de risa tonta.
Cada día, más cosas me van dando igual. Ahora es casi imposible que me enfade. El mundo y lo que contiene se pueden ir a la puñetera mierda, conmigo dentro, también. No me importaría la distopía absoluta, la destrucción total, si me sucede junto a todos. El holocausto, juntitos, será menos dramático, porque será un justo final: “mal de muchos, consuelo de tontos” (el tonto soy yo).
Si por un efecto paranormal y mágico me encontrara frente al botón rojo de destrucción total del planeta, podría pulsarlo, pero eso sí, llorando por el mundo y sus criaturas todas, pero no por mí.
La Fotografía: Después de la revisión de la salud de mi coche, mejor que la mía, porque como coche funciona impecablemente, me sobraba una hora antes de comer, por lo que decidí acercarme al Súper (Mercadona), a comprar algunas cosillas. Avancé eligiendo lo que iba echando al carro y canturreando canciones de Ilegales, del álbum Agotados de esperar el fin (1984), mira tú por dónde, que casualidad. El otro día vi un documental sobre ese grupo y singularmente del líder durante décadas, Jorge Martínez, un tío cojonudo, que yo nunca seguí, sencillamente por desinformación, y que, visto ahora, él y su grupo, me parecen geniales, especialmente Jorge, que se murió hace unos días. Se ha librado de una buena, nada menos que del futuro todo. Venía dos años detrás de mí.
“Hay un tipo dentro del espejo
Que me mira con cara de conejo
Oye tú, ¿tú que me miras?
¿Es que quieres servirme de comida?
Soy un macarra, soy un hortera
Voy a toda hostia por la carretera…”. Canción de Ilegales: Soy un macarra
Eso es lo que hice en el Súper, comprar comida de navidad para mí solo (Foto).
Como se puede ver, será una comida absolutamente extraordinaria, en mi casa, y como no tengo dinero (se lo llevan crudo mis proveedores mecánicos y de oficios varios), es barata, aunque aparatosa para mis costumbres: Delicias de queso, 4,10; Salpicón de marisco, 5,01; Croquetas de pollo. 4,20; Langostino cocido, 6,43; Huesos de santo, 2,85 (todo debidamente plastificado). Lo que no está (se me olvidó ponerlo para la foto, pero también será comida navideña): Lombarda, 3,93; Salmón ahumado 3,65… Total: 30,17 € solo eso y para dos días. Probablemente me sobrará para otros de la semana.