“No sólo el mundo es más misterioso y raro de lo que uno piensa, sino que es todavía más raro de lo que uno pueda pensar”. Whitehead
PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cinco: Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia)
diez de febrero, lunes
XI
“No sólo el mundo es más misterioso y raro de lo que uno piensa, sino que es todavía más raro de lo que uno pueda pensar”. Whitehead
De cualquier modo y a pesar de todo, podíamos estar contentos. Habíamos pasado de estar varados sin previsible solución, a estar en marcha. Mejor avanzando que parados. Abraham, el hombre mayor, comenzó a interrogarnos con todo tipo de preguntas personales que eludíamos o contestábamos por cortesía, aunque de mala gana. Era la desigual y engorrosa situación en la que alguien que tiene la suficiencia del dominador (en este caso salvador) sobre los que están en sus manos (nosotros) se comporta con descaro y escasa delicadeza. La primera parada, casi una hora después, fue el desierto de Silala, donde se encuentra el famoso árbol de piedra. Paramos y fotografié entusiasmado las insólitas formaciones de piedra. La luz, luminosa pero con un ligero velo que suavizaba las sombras, era soberbia, insuperable. Fotografiamos deprisa: no había modo de hacer lo que más me importaba con un mínimo de tranquilidad y pausa. Mientras, en una especie de refugio en el que no faltaban ni aseos, el hombre joven, que sustituía a Alberto en todo, nos preparó la comida: ensalada de pepino y tomate, jamón, queso, frutos secos, atún y postre a base de manzanas y plátanos. Naty y yo nos sentamos a comer fuera, al sol. Nuestros guías y salvadores lo hicieron en el interior del refugio.
COROLARIO: En medio de una planicie interminable, una profusión de formaciones de piedra de regular tamaño y formas caprichosas, únicas e inexplicables, separadas unas de otras por decenas de metros o muy juntas. Parecían haber caído del cielo como misteriosos y fantasmales testigos de la inmutabilidad e infinitud del tiempo.