Oraban y se bañaban en el río promisorio y redentor. Para ellos eso tenía sentido, para nosotros no; pero, lo que tenía mucho sentido era que hubiéramos decidido ir a ese río y navegar unos instantes en su acogedor e inmenso cauce…
LA CIUDAD MELANCÓLICA XIX (o donde habitan los dioses de la paz eterna). El tiempo en el río transcurría pleno de luz y sensaciones gozosas. La mirada se movía excitada entre tantos estímulos visuales y vitales. Hacía mucho tiempo que no fotografiaba con tantas ganas. Era consciente de que muchos de los encuadres eran triviales, otros tal vez no, pero me daba igual que lo fueran porque estaba encantado por el mero hecho de fotografiar. La fotografía como actividad gozosa, sin más. Empezaba a entender por qué ese remotísimo lugar ha despertado tantas pasiones entre tantos y tantos occidentales… “Río porque ríen, no por lo que ríen”. Antonio Porchia
LA CIUDAD MELANCÓLICA XVIII (o donde habitan los dioses de la paz eterna). Llegamos al Ganges lloviendo, otra vez. Embarcamos nuevamente, pero esta vez en sentido contrario que en la tarde anterior. Enseguida, probablemente por la divina intervención de Shiva, escampó y salió el sol. Todo iba bien entonces. Nos sentíamos pletóricos avanzando río arriba despacio, observando a los felices bañistas, que también nos miraban a nosotros. Ellos felices, nosotros también. Hay momentos en el que vivir tiene sentido, mucho sentido. “No es la vida lo que amamos, sino el vivir”. Robert Louis Stevenson