El color azul… siempre tan misterioso, tan sugestivo, tan poético… tan propio de India…
LA INDIA QUE YO VI (4.23). Las escaleras de la India XVII. Para esta fotografía no tengo texto, así que escribiré lo primero que se me ocurra y me apetezca, a saber: -el otro día, por la tarde, me hizo una visita mi amigo Manuel E., al que le debía la copia del retrato que le hice hace nueve años (los mismos que hacía que no venía a mi casa, aunque la copia estaba hecha desde entonces). No sé cuál es la razón de nuestra incomparecencia, porque seguimos apreciándonos mucho, de hecho, yo trabajo para él desde hace años, o, dicho de otro modo, es mi único y fiel interlocutor de esta web desde su inicio (hace dieciséis años, más o menos). En el discurrir por la vida siempre necesitamos tener testigos de lo que hacemos, o al menos saber que están observándonos en alguna parte, aunque sean invisibles (siempre vivimos para alguien, aunque sea inadvertidamente). Los creyentes tienen a Dios, y un furibundo ateo como yo a Manolo, como observador de mis quimeras, y no necesito a nadie más; con una persona cualificada es suficiente, lo demás es banal abuso estadístico. Dejaría de hacer fotos por dos únicos motivos, porque me muera yo o porque se muera Manolo y, en su caso, eso no va a ocurrir porque Manolo se cuida mucho y llegará a vivir su década de los noventa o eternamente porque como dice Manuel Vilas en su última y espléndida novela (Ordesa): “…no te mueras, sobre todo por una cosa bien sencilla: no es necesario”. Dicho queda (…)