Tenía un asombroso parecido con Henry Fonda, y al parecer, ese prodigio, tenía explicación…y otros pistoleros…
EL LIBRO DE LA RISA.
Mitómana. No; no es Henry Fonda.
(aclaración: según él, es su hijo)
DIGRESIÓN II: cada semana, cuando busco películas para ver, siempre, lo primero que hago, es buscar películas del oeste que no haya visto o que me apetezca ver de nuevo. Me apasionan.
–Este individuo es Kevin, más conocido como «Kevin el Malo» y se dirige al salón de Fort Bravo a enfrentarse a los temibles hermanos Warren, dos delincuentes primarios, simples e ingenuos que perecerán a manos de Kevin, astuto y sin escrúpulos-
Llegamos a Oatman, Arizona, a las 13:15; el feroz duelo estaba a punto de comenzar, sabíamos que tendría lugar a las 13:30. Mucha gente circulaba por la calle a la espera del momento. Mientras, burros sueltos pedían su ración de zanahorias a los transeúntes. En la calle principal (y única) el Hotel donde Carole Lombard y Clark Gable, pasaron su luna de miel en 1939. Precisos como sus pistolas, a la hora señalada, aparecieron los duelistas: entablaron una agria disputa, desenfundaron los revólveres y el Sheriff acabó con el tipo que aparece en la fotografía, que, como se puede ver, está a punto de perder el equilibrio por los disparos del «bueno» y caer estrepitosamente al suelo (del desenlace final no tengo fotografía porque se me acabó el rollo). El «malo» (supongo) se levantó enseguida del suelo y juntos se fueron a tomar una cerveza. Nosotros también nos tomamos otra y nos largamos de Oatman, seguramente para no volver nunca más.
El comportamiento del Selenio sobre una copia de papel baritado. Aparte del conocido efecto de protección y permanencia de imagen, proporciona ciertos tonos, dependiendo del tipo de papel, que van desde el gris denso y dramatizado hasta un magenta, sepia, rojizo, todo depende de los hados del laboratorio. No siempre es controlable completamente. Este es un ejemplo de resultado no deseable: la copia tendió peligrosamente a un magenta inexplicable. Solución: o termina gustándote la copia, como es el caso, o haces otra.
Seguimos en el paseo por el puerto de Rótterdam: también me interesaban los turistas que miraban distraídamente el paisaje y elegí a uno entre todos. Ya que íbamos a estar cerca de dos horas embarcados, tenía tiempo para observarle. Llevaba una cámara digital sofisticada. Creo que había superado los setenta años y no hacia nada, sólo miraba pasivamente en torno suyo y a mí con desconfianza. Yo pensaba, será porque es un fotógrafo que ha llegado a dominar el lenguaje y sus propósitos de forma que sólo necesita hacer una fotografía para llevarse consigo toda la esencia del lugar; o ni siquiera eso. O quizá, sea un hombre cansado y desmotivado; pero si es así, por qué se ha tomado la molestia de llevar una cámara como esa? No; lo más seguro es que no se sienta aludido estéticamente por lo que mira (y quizá no ve). Por el contrario, yo, más joven, llevaba, como siempre, mi Mamiya y no sé si porque mi vieja compañera me apremia (no le queda mucho tiempo de vida) o por mi ansiedad, fotografiaba sin parar. De vez en cuando le miraba de reojo y me decía: quiero fotografiarle, pero no encontraba el momento. Por fin me decidí, encuadré, enfoqué y….disparé. El tranquilo y pasivo fotógrafo se percató, volvió la cabeza hacía mí e hizo un gesto de contrariedad. Yo, cobardemente, disimulé.
«Todos nosotros, los que contamos historias, somos espías, mirones. La vida es demasiado breve como para vivir el número suficiente de experiencias, es necesario robarlas.» Enrique Vila Matas.
Por la tarde, la acumulación de nubes que habían estado llegando toda la mañana, extendieron una luz grisácea sobre el certamen de música y danza popular. De vez en cuando llovía y parecía que el final del día venía con dos horas de adelanto. Los trajes de los participantes olían a naftalina, yo no lo sé, pero seguro que era así. Luego, al anochecer, todos volverían a sus pueblos, jóvenes y viejos mezclados, disfrazados con pasados anacrónicos, en anónimos autobuses.