"A las siete se encienden las farolas /qué pena todo en general". Rodrigo García
…Después de algo menos de una hora, decidí marcharme con intención de ir acercándome donde pretendía: las escaleras del Miradero, recién terminadas. En mi adolescencia las subía y bajaba con frecuencia. Luego, las cerraron durante treinta años (más o menos), hasta ahora. Siempre me gustaron. Estaba ansioso porque las abrieran de nuevo. Llegué cuando aún no se había hecho de noche, así que me senté en el pretil que cierra la escalera hacia el pronunciado desnivel que se precipita hacia la carretera. Esperar la noche con una temperatura otoñal agradable es un inmenso placer. Me abandoné a la inconsciencia desordenada y tranquila. La señal para empezar a fotografiar era que las farolas se iluminaran…
…Di por terminada la estancia en Alarcón e inicié el regreso. Eran las tres y media, más o menos. Me encaminé a Uclés, el huidizo enclave de la ida. Subí al recinto del monasterio y me impresionó la obra, la solidez y austeridad de la construcción, pero no voy a hacer una descripción del estilo arquitectónico (del plateresco al barroco tardío y fases intermedias). No van por ahí lo tiros. Ni por ningún otro lado. Decidí, con los últimos cinco euros que tenía en el bolsillo, tomarme un refresco y visitar el monasterio (un euro el refresco y cuatro la entrada). Me quedé sin dinero, pero me sentía contento. Con una audio guía y con la cámara sin trípode, cargada con película rápida recorrí el patio, la iglesia, el refectorio, la escalera y la sacristía. Magnífico todo lo que vi, no ya porque lo fuera, que sí, sino porque me sentía satisfecho con el día que estaba pasando. Fotografié un poco. Nadie me dijo nada y yo tampoco busqué a nadie para hablar de nada. El Monasterio me trajo a la memoria a Jorge Manrique que allí está enterrado (y ahora es cuando suelo incluir una cita o en este caso versos del magnífico poeta guerrero al que me refiero, pero no, no la haré porque no quiero ser tan previsible como siempre). Había algunas excursiones de jóvenes estudiantes, niños casi. Me sentí a gusto en ese lugar…
Tres de Junio I: salimos de Lisboa, ni pronto ni tarde, y nos dirigimos a Mafra. Nos interesaban el Palacio Real y el Monasterio, ambos en un mismo edificio. En el primer piso, la zona conventual. Me gustan los conventos, y las cárceles, y los cuarteles, y todos aquellos edificios en los que una considerable cantidad de seres humanos, viven encerrados compartiendo Tiempo, rutinas, fe, Miedos, sueños, expectativas… ¡Qué tremendo disparate! Pero claro, es que también me gustan los disparates. Algún día tengo que reflexionar sobre esta anormalidad (mía), aunque ahora no es el momento. Rápidamente, se me ocurre que debe ser por ese dudoso gusto que tengo por explorar las cuestiones existenciales y el paso del tiempo…