"El hombre es el único animal que quiere salvarse". Antonio Machado
«UNOS » 3. Estos sólo quieren ser «unos«, siempre unos. Subrayan su voluntad y determinación vistiéndose con ropajes que expresen los rasgos e identidad del espíritu que los posee. Con estas ropas, desfilando todos juntos ante el numeroso público, ofician el desnudamiento de su alma. No son profesionales del espectáculo, sino que se sienten satisfechos y seguros de sus creencias, de la transparencia y rectitud de sus vidas. Se organizan en grupos que representan matices litúrgicos, históricos y genealógicos seculares. Tapan pudorosamente su cuerpo hasta el sufrimiento (el calor es considerable) pero exhiben impúdicamente sus creencias. Así son los «unos», cruzados de «verdades» inducidas, intangibles e indemostrables, lo que no quiere decir que sean ingenuos idealistas; todo lo contrario, son interesados y cómodos, porque su fe se sostiene en la repetición incansable, por los siglos de los siglos, de los mismos preceptos, códigos, costumbres y, sobre todo, de la carencia más desoladora de sentido del humor.
DIPTICO PROCESIONAL:
Siempre me he preguntado, tontamente: estos señores, después de haber vivido una experiencia tan elevada por la mañana, cómo pasarán la tarde? seguirán enajenados todavía unos días, o bajarán a la tierra, percibirán cansancio en su cuerpo mortal y dormirán plácidamente la siesta?
…Con un par de ellos compartí pupitre de colegio. Ahora se visten con los ropajes tradicionales, de gala naturalmente, y desfilan en la exagerada y sosa procesión. Parecen felices y satisfechos con la vida que han llevado y adoptan gestos de tontorrona vanidad. Con uno hasta he compartido trabajo en la misma empresa. Ahora, tantos años después, apenas si consigo recordar su textura personal; lo que si recuerdo es que nunca me despertó interés. Desfilan en el Capítulo de Caballeros Mozárabes (me pregunto: cómo se puede uno reconocer como integrante de una comunidad de hace más de mil años sin tener la sensación de ser un impostor o quizá algo peor?). Pero les da igual, seguro, lo importante para ellos es estar en alguna parte, ser reconocidos como integrantes de rimbombantes organizaciones de «prestigio» social y además desfilar con lujo y boato, aunque solo sea una vez al año…
Coda del Blues del Laboratorio (cuarto oscuro) que interpreté el mes pasado. Estos dos tipos existen en el negativo número 36, de la carpeta número 28, del año 2.006. Ellos no saben que habitan inmóviles en un negativo de veinticuatro por treinta y seis milímetros, de película Kodak High-Speed Infrared100 de 35 mm. Fue el primer negativo que pasé a papel Ilford Multigrado Baritado, a las siete y media de la mañana del veintiocho de abril de dos mil once. Una vez que la copia esté debidamente terminada la introduciré, junto a otras de temática parecida (sólo para orientarme), en una caja que precintaré. Rotularé la tapa con una breve nota descriptiva del contenido, y la depositaré en una estantería de mi estudio. Como permanecerá cerca del techo (donde menos estorbe), irá cubriéndose de polvo mientras todo esto dure. Cuando todo haya finalizado, alguien, a quien moleste la dichosa caja, decidirá tirarla a un contenedor, o lo que sería peor: reciclarla. El paso de estos dos hombres por un negativo y luego por una copia fotográfica de dieciocho por veintiocho centímetros, será un secreto nunca revelado. Ellos, tampoco sabrán nada nunca.
Qué sabe este hombre del hecho fotográfico, de la existencia de esta fotografía concreta? Nada. Es un hombre inadvertido, absolutamente inocente y culpable al mismo tiempo. También yo lo soy respecto a él. A mí, quién sea o pueda ser, me trae sin cuidado. Sin embargo, sí me interesa mucho como trasunto de lo humano y lo fotográfico. Hay poderosas razones; una de ellas, para bien o para mal, es que pertenezco a la especie humana (no soy un avestruz, me parece), y además fotografío. Él no supo que ese momento de su vida, en el que está realizando algo que le colma la expresión de seriedad y transcendencia, fue abducido por mi cámara y la película que contenía. Me lo llevé a mi «cuarto oscuro«, revelé esa película, y unos años después (el otro día) positivé una copia de su «momento» que irá a parar a una caja durante unos cuantos años. Me pregunto qué podría pensar este hombre si viera su «momento» en esta fotografía dentro de veinte o treinta años. Probablemente, un sobrino o quizá un fotógrafo profesional (de los que cobran por copia entregada), le hicieran fotografías esa mañana, pero claro, esas son otra cosa. Si él pudiera elegir entre las otras y ésta, se inclinaría por las otras, seguro. Lo que él no sabría es que ésta es única, es la «auténtica y esencial fotografía de su momento». Nadie pudo hacer otra igual; sencillamente porque nadie lo pretendió y yo sí.
Estos tampoco se salvarán de nada. El de ayer, por lo menos se reía y parecía disfrutar de su cuerpo (alguien dijo: sólo somos un cuerpo). Han cubierto los suyos con sayones ásperos, pardos, tristemente austeros y han adoptado expresiones rígidas, insustancialmente graves. Se han hecho acompañar de sombras sin misterio y han ensombrecido el luminoso día de primavera. Ellos son así: grises y devotos.