Arena tan blanca… y el mar… tan blanco también…
Los que pasaron el día frente al mar ya se habían retirado. Era el momento de llegar y mirar, tranquilamente, sin los sobresaltos de visiones lamentables.
A lo lejos el bañista camina lentamente, su perfil sólido y oscuro se balancea de un lado a otro torpemente. Lleva una dirección inexplicable, delante de él no hay nada, sin embargo avanza unos cien metros y se detiene, parece titubear y vuelve sobre sus pasos. Dejo de mirarle y el hombre desaparece.
DEAMBULANDO POR LAS ORILLA DE LA CRISIS. Mayo de 1984, viajé a Ibiza: no tengo ni idea por qué elegí una isla en ese momento de mi vida pero, visto ahora, probablemente tenía una lógica y un simbolismo del que no fui consciente y que resultaba conveniente e inevitable a mi circunstancia y carácter.
Llevaba: a mi mismo, solo y desdibujado.
ME DEDICABA a caminar y, de vez en cuando, paraba y hacía fotografías como ésta. Tenía la sensación de estar desenfocado por dentro y por fuera; me veía como a través de la niebla, era invisible y no me gustaba, así que por hoy ya está bien. Mañana veremos si tengo más ánimo para acordarme de lo que aún no se haya diluido inexorablemente en los espacios vacíos.
El sentido de la ausencia
EL LIBRO DE LA RISA.
Portatil. Calle para bañistas. Vendrán mañana por la mañana y pondrán sus carnes al sol y sus cabezas a la sombra, protegidas de cualquier actividad que pueda dañarlas.