“…como una playa a la espera del mar…” Hugo Mújica
A PROPÓSITO DE BERNARD PLOSSU (el fotógrafo que siempre ha estado de moda)…En mil novecientos setenta y nueve, a los treinta y cuatro años, este hombre parecía que acariciaba un gran momento de su vida, pleno de creatividad y éxito. Y modernidad. Además, sus señas existenciales y artísticas eran impecables: «No vale la pena hablar de fotografía, hay que vivir; luego, ser fotógrafo». Bernad Plossu. Claro, a un todavía joven provinciano como yo, todo ese mundo ideal me acomplejaba y empequeñecía, aunque también me estimulaba. Es curioso, después de aquella embobada aproximación no recuerdo haber seguido la evolución de Monsieur Plossu, sin embargo, creo que algunas de sus fotos de entonces, me han influido a lo largo del tiempo. Sospecho…
Escucha, Lidia, cómo corren los días Fingidamente inmóviles
Sophia de Mello Breyner Adresen
Y no es que uno elija estar solo. Es que, poco a poco, uno se queda solo. Y no hay remedio. Hay que resistir. Llegas a esa inmensa llanura desértica y no sabes que coño hacer.
Pedro Juan Gutiérrez
El segundo viaje fue en el ochenta y cuatro (del siglo pasado, esto último también me sirve como metáfora). Fui solo y estuve doce días deambulando sin sentido. No me acuerdo de casi nada, pero sí de que no hablé con nadie y que tampoco sonreí en ningún momento. Me esforzaba buscando algo que no sabía lo que era y que naturalmente no encontré. En los viajes, salvo en los momentos de traslados o de especial vacío, suelo fotografiar mucho, varios rollos al día. Ahora, cuando he buscado las fotografías de aquel viaje, sólo he encontrado dos rollos de diez tomas. Sé que pasé doce días cargado con mi cámara, que el peso me rompía los hombros: en uno la maleta y en otro el trípode, sin parar de andar, por la ciudad, por la costa, por caminos de tierra, de un lado a otro, buscando y buscando, pero sin hallar nada. Apenas fotografié. A qué me dediqué a lo largo de los días? No tengo ni idea. Me faltan muchos rollos, sencillamente porque no existen, y lo peor es que también me faltan aquellos días. Sólo se salva esta fotografía, que debí hacer con pocas ganas, pues sólo hay una toma, cuando siempre suelo hacer varias. Sin embargo, aunque la olvidé inmediatamente, viéndola ahora, me gusta bastante; es más, hoy haría varias tomas.
Jueves: veintiuno de Agosto. Un rato en la playa, para hacer tiempo hasta la hora de ir hacia el aeropuerto, a primera hora de la tarde. Ha sido un gran viaje y ¡ojalá! que fotográficamente también lo sea (todavía no he analizado todo). Lo que me encuentre estará bien y lo que se haya perdido mala suerte, lo olvidaré pronto, o no; pero no habrá vuelta atrás, lo que tenga, será. En los viajes siempre se me pierden fotografías, por diversas razones: equivocaciones en el tratamiento, en el concepto, en la percepción, en el laboratorio. Aunque, también hay encuentros felices, fotografías que no recuerdo y que cuando reviso los negativos, allí están, espléndidas, hechas quizá sólo por la cámara o por mi lado inconsciente y desconocido. Esas son las que más satisfacción me producen; auténtica alegría. Probablemente, sin fotografiar, no viajaría. Me aburriría sólo con mi lado conocido y previsible, pero en otro sitio. No, no se trata de acumular recuerdos o documentación para el olvido, sino de algo más esencial; se trata de recrear, de vivir.