“Jardín cerrado al tiempo / y al uso de los hombres...”. Álvaro Mutis.
Fotografía tomada en este mismo día, unida para siempre, a una terrible noticia que yo todavía no conocía.
NO TENGO NADA DE LO QUE ESCRIBIR I
“Únicamente como fenómeno estético puede justificarse eternamente la existencia y el mundo”. Friedrich Nietzsche
Suscribo lo escrito por Nietzsche. En la medida que la estética, o más bien la belleza, me abandona, y eso puede suceder a cualquier hora del día o la noche, se me quitan las ganas de vivir. Aunque el deseo de alcanzar reflejos o ecos de lo bello permanece constante, la lucidez y la voluntad no siempre acuden a socorrerme. Desde por la mañana, y salvo el tiempo dedicado a las servidumbres domésticas, estoy a todas horas dedicado a la cultura, nada me satisface más. Pero, me temo, que a tontas y a locas. Otra cosa es saber, con más o menos precisión, dónde empieza o termina ese huidizo e inconcreto territorio. No sé qué es exactamente alta, media o baja cultura. Cada día, mes y año que pasa sé menos y menos. Pero, esa percepción no me desanima, todo lo contrario. Ahora, mientras escribo, suena de fondo la sinfonía número 3, de Krzysztof Penderecki; luego, seguiré oyendo música y podcasts mientras revelo fotografías con los programas y técnicas de mi nueva New Age fotográfica; por la tarde, leeré un rato (últimamente poco), para terminar la noche con alguna película, siempre procurando el máximo interés temático y estético (hoy toca la primera parte de Iván el Terrible, de Sergei M. Eisenstein). Otra manera de emplear mi tiempo, no solo no me interesa, sino que, cualquier distracción de esa febril adicción, me irrita sobremanera…
EL LIBRO DE LA RISA.
Imperativa. Nunca he entendido por qué unas zonas de césped se pueden pisar y otras no; pero lo que sí entiendo muy bien es que las que se pueden pisar me producen gozo y las que no me frustran. Seguro que esto tiene significados que los jardineros no entienden.
Algunas cosas de la vida de NICOLAS F., contadas por él mismo, 27 años después de su muerte.
1 de Septiembre de 1978, viernes: en este lugar, a la caída de la tarde, vi llegar la muerte pero no se atrevió a tocarme; se quedó a unos metros, nos miramos frente a frente, luego se marchó. Volví a mi casa asustado, se lo dije a mi mujer y a mi hijo, -he visto a la muerte- pero no me creyeron o no me hicieron mucho caso, debió ser porque aparentemente estaba bien; pero ella me avisó que ya estaba cerca. Pensé: «seguro que vuelve, si la veo otra vez, ya no lo diré, no serviría de nada y tampoco quiero asustarlos».
abandonamos Serralves a las doce de la mañana del miércoles, más o menos, no sin antes dar una vuelta por el jardín, donde hicimos algún descubrimiento curioso, como este sillón de tapicería de terciopelo. El día prometía divertidos encuentros y el sol parecía dispuesto a acompañarnos hasta el final.