Que no acaben nunca los sueños de aventura… ni el cine...
Es una historia hecha de latigazos, áspera, sin concesiones de ningún tipo, ni en el lenguaje ni en el relato. Los diálogos son concisos, herméticos, construidos por gentes que están al borde de la muerte con su dosis de mala suerte persiguiéndoles sin piedad, con una desventura que tampoco les libra de cosas peores. El libro se titula No es país para viejos, de Cormac McCarthy. En un territorio desértico y fronterizo los protagonistas intentan sobrevivir como pueden. En esta historia todo es mucho más serio de lo que podemos imaginar. «Yo le reconocí que muy pocas cosas buenas se podían decir de la vejez y él dijo que sabía una y yo le pregunté cuál era. Y él dijo que no dura mucho. Esperé verle sonreír pero no lo hizo. Vaya le dije, un comentario muy frío. Y el dijo que no era más frío que lo que los hechos requerían. Y ahí terminó la cosa.» Cormac McCarthy.
LOS FORASTEROS NO SON BIEN RECIBIDOS POR LOS PALETOS DEL LUGAR. Hace unos días, escribí a propósito de mis exiguas, infrecuentes y prescindibles opiniones políticas; sí, esas que no recibieron el más mínimo respaldo de mis amigos y que tenían que ver con mi recientemente estrenado espíritu antimonárquico y antinacionalista. Pues bien, días después, me encontré con la noticia de que los Reyes jóvenes, los de ahora, que parecen buena gente, fueron de visita a territorios nacionalistas y hostiles (Cataluña) y nadie les abrió la puerta, salvo unos monjes, es decir, la iglesia, porque debieron asumir el papel de compasivos y así evitar bochornos mayores. La escena podría ser la de un spaghetti western, algo así como que los reyes, solos (nadie sale a recibirlos), avanzan por una calle solitaria y polvorienta mientras puertas y ventanas se cierran sonoramente a su paso. Al fondo, en un cartel: -Forasteros, fuera, no sois bien recibidos en este pueblo-. Los medios de comunicación apenas si se han hecho eco de tan perfecto, ofensivo y grandísimo desaire, como si la visita fuera de cualquier ciudadano sin significación alguna. Ni la más mínima y elemental cortesía, hospitalidad o, si se quiere, principio diplomático. El gesto se parecía bastante a una sórdida e irrespetuosa declaración de guerra (a los enemigos hay que combatirlos, pero también respetarlos). El alcance del gesto no es imposible percibirlo, a pesar de que nadie quiera verlo: con razón o sin ella, los reyes (mientras sigan siéndolo y ejerzan sus funciones) representan a millones de españoles a los que, los sectarios paletos, simbólicamente, también han cerrado la puerta en las narices. Tenía razón el otro día cuando abogaba por arrebatarlos inmediatamente su condición de españoles a esas gentes ineducadas y groseras. Algo así como cuando a los traidores se los condenaba al destierro. Reflexión en clave de western ibérico, rencoroso y vengativo: “Alguien dejó la puerta abierta y entraron los perros equivocados” Clint Eastwood
EL LIBRO DE LA RISA.
Épica.
En las buenas películas
del Oeste solía haber un hombre
justiciero y sombrío,
con un pasado incierto
que venía de tierras muy lejanas.
Carlos Pujol
LA VIDA NO VALE NADA: Hice esta fotografía en el desierto de Tabernas. No di importancia al significado de la frase, sólo que esas palabras, en ese lugar y con mi estado de ánimo, resultaban una combinación perfectamente lógica y equilibrada; sin más. Ha pasado mucho tiempo, algunas cosas han cambiado y aunque muy probablemente volvería a hacer la misma fotografía, ahora tendría implicaciones diferentes; porque, finalmente, he entendido que es la vida lo único que tiene valor. No se me ocurre nada más digno de mención, así que propongo dos estrofas de canciones, bastante tontorronas por cierto, por si alguien quiere poner música a la fotografía.
No vale nada la vida
La vida no vale nada
Comienza siempre llorando
Y así llorando se acaba
Por esto es que en este mundo
La vida no vale nada.
Canción de José Alfredo Jiménez
La vida no vale nada
si no es para perecer
porque otros puedan tener
lo que uno disfruta y ama…….
Canción de Pablo Milanés
UN DÍA EN TUCSON (hace ahora trece años) y VII
Al día siguiente, como estaba previsto, nos marchamos de Tucson, lamentablemente. Sí, porque fue una ciudad en la que nos sentimos bien, pero no solo por ella misma, sino por el maravilloso paisaje, tan inspirador para mí. Ahora no me acuerdo en qué dirección concreta, lo que sí sé es que era hacia el este; las siguientes paradas serían en el estado de Nuevo México, y así, parando y parando, hasta llegar a Miami.
La Fotografía: Nada más salir de Tucson nos tropezamos con un parque temático en el que recreaban las ciudades y la vida del viejo oeste. Paramos, por supuesto, me encantan esos lugares.
DIGRESIÓN CUATRO. Días sin final, Sebastian Barry (2016) Ebook Alianza editorial. (2018). Barry era completamente desconocido para mí. Me ha llegado a través de una recomendación de Use Lahoz, crítico de literatura extranjera del programa El ojo crítico, del que me fío. A partir de ahí, investigué un poco y me enteré de que es un autor irlandés, prolífico, con bastante teatro, poesía y nueve novelas de las que en España solo se han publicado tres o cuatro. Me decidí a probar con la última editada. Siempre he pensado y experimentado (no soy el único) que las primeras líneas de un relato o novela son las que deciden si la lees o la abandonas. En este caso no lo dudé, el relato comienza así: “La forma de preparar un cadáver en Misuri se llevaba la palma, desde luego”. Thomas McNulty y John Cole, son dos adolescentes cuando se conocen y están solos y abandonados a su suerte en el lejano oeste, a mediados del siglo XIX (todavía no había comenzado la guerra de secesión). Deciden afrontar la vida juntos. A partir de esa magnífica y prometedora premisa, comienza su aventura que pasa por todo tipo de avatares, desde un travestismo de supervivencia en salones de pequeños pueblos del oeste americano, a las más descarnadas, crueles y excesivas batallas contra indios Siux Oglalas y su jefe, Atrapó Su Caballo Primero, y contra los confederados en la guerra de Secesión. Thomas y John se ayudan, se aman, nunca se separan y juntos pueden con todo. Barry apenas se detiene en el hecho del amor homosexual, lo trata como un hecho natural y eso es de agradecer, sin que las gentes que rodean a ambos se hagan eco de su historia amorosa y mucho menos se escandalicen o se burlen. Fantasía compasiva hacia el género humano, completamente irreal, me parece. En la historia hay épica, solidaridad, generosidad, amistad; pero también crueldad sin límites. Tensión de principio a fin. Y también sutileza y una prosa plena de textura y matices. Dura, seca, y al mismo tiempo exuberante. No alcanza el barroquismo épico de Cormac McCarthy, pero es igualmente absorbente. Por si fuera poco, mantiene una línea reflexiva y sentenciosa sobre la vida, la muerte y el paso del tiempo: “Puede que la memoria de un hombre no retenga con claridad más de cien días, aunque él haya vivido miles. No se puede hacer mucho al respecto. Tenemos nuestra provisión de días y los gastamos como borrachos negligentes”, o: “Uno tiene su tiempo. Todos esos momentos de la vida cotidiana a los que escupimos a veces como si fueran tiempos desperdiciados. Pero es todo lo que tenemos y es suficiente”. Sí, me gustan mucho los relatos que desgranan en su recorrido perlas de sabiduría y experiencia. Sin duda, Barry, pasa a ser uno de mis demasiados (no puedo atender a tantos) escritores de cabecera.