La ingrávida fuerza de la luz inocente, diáfana…
DIGRESIÓN QUINCE. Rendición, de Ray Loriga. Historia distópica de una rara y desasosegante imaginación. Uno de sus indudables valores, para mí, es que lo que en ella sucede resuena en el difuso punto de lo posible, algo así como el animal que ventea la presa cercana, o la humedad del aire que se percibe antes de la tormenta. Así de verosímil es esta inverosímil historia. Los personajes no tienen nombre (solo los hijos de la pareja protagonista). Todos los humanos que habitan esa especie de fábula sobre la rendición de la voluntad, actúan como piezas desprovistas de espíritu e individualidad, viéndose todos en la ciudad de cristal, pero sin reconocerse. Todos han renunciado al modo en que vivían antes de una guerra desenfocada y absurda que ha cambiado sus vidas. El narrador, autocrítico e irónico, describe las situaciones que van sucediéndose con una mirada entre complacida, estupefacta y escéptica. Goza durante un tiempo bobamente con el mundo paradisíaco que tiene ante sí, pero no por eso deja de contarlo desde una perspectiva lúcida y crítica. Con sentido del humor, Loriga nos coloca frente al mundo irremediablemente estúpido que resultaría de que todas las recomendaciones de los libros de autoayuda se cumplieran. Fatalmente.
CERCA, ME ENCUENTRO con un bonito edificio dónde hay una exposición; se llama -casa de vacas- (el edificio). Curioso nombre; se debe a que en su origen fue una vaquería (187. Ahora, es una sala de exposiciones con una programación «extraña e impredecible. También tiene una tendencia a satisfacer el gusto más popular» (de una guía). Parece haber mejorado mucho de cuando era una vaquería (supongo); aunque a mi no me impresiona el cambio, porque casi prefiero una vaca a un cuadro.
…Poco antes de llegar, un indicador informaba que se trataba de un -centro de recepción de visitantes-. La carretera llegaba hasta una barrera bajada que me impedía el paso. Enfrente, la que parecía la puerta principal. Era un edificio de arquitectura singular (de autor), recién terminado, parecía. Aunque me atrae mucho la arquitectura contemporánea, no siempre consigo tener una opinión estética consistente: este era uno de esos casos. Supuse que en esa flamante instalación, recibirían por la tarde a los viajeros que llegarían desde Palma de Mallorca, e intentarían que al menos permanecieran en la zona hasta el día siguiente. No sé…
de lo expuesto en Serralves, me interesó, especialmente la obra de Manuel Alvess: había piezas realizadas desde los años sesenta hasta el otro día. Me parecieron ocurrentes, sencillas, bellas la mayoría, e impregnadas de sentido del humor. Respiramos aíre fresco viendo sus cosas, y eso es gozoso, porque el arte moderno, en la mayoría de los casos, es tan odiosamente conceptual, luego árido y aburrido, que resulta un soporífero coñazo. Un tipo simpático el tal Alvess, y lo parecía por las fotografías que vimos suyas, donde mostraba un semblante prometedor de risa y sabiduría.