Mi fotografía más popular, con cinco más que no lo son tanto, ni mucho menos…
13:35 p.m. Ha llegado el momento de hacer algo que detesto: recortar y servirme de una plantilla, pero en este caso es inevitable: las altas luces son intratables si no es con ayuda del maldito artilugio. Veremos. Suena un disco de Bill Evans Trío, de los años 60. El primer intento es válido y me satisface mucho porque el tratamiento era difícil e incierto. La lectura de intervalos, con tiempos intermedios en una proporción de 2 a 9, funciona a la primera a pesar de que no resulta fácil evitar la huella de la dichosa plantilla. Estoy encantado y hago 2 copias más. A veces la ampliadora es propicia y el proceso es rápido, no así la toma: en este caso, fue necesario más de una hora de espera hasta conseguir una imagen como ésta.
14:15 p.m. Esta copia es igual a la anterior y preciso de la ayuda de la odiosa plantilla, pero la he cogido el punto. Sin problemas. Hago 3 copias. Cambio de música, sintonizo en la radio Área reservada. Son las 14:45 y acabo. Cambio el laboratorio por la cocina, los reveladores por unas espinacas con gambas y el fijador por pez espada a la plancha. Todo ha ido razonablemente bien. Me he sentido felizmente ensimismado el 9 de noviembre de 2005, por la mañana. La tarde será otra cosa.
DIPTICO LITERARIO:
Sergio Pitol, «Uno, me aventuro a decir, es los libros que ha leído…» claro; y como también dice Pitol, «algunas cosas más y menos«. Aunque la vida se tuerza y tengamos pocos recursos a los que aferrarnos, siempre nos quedará la lectura como refugio irreductible de sueños. Hallazgos recientes (aunque tardios): J.M. Coetzee, apasionante, una vez que entras en su mundo ya no puedes salir. Ahora leo Elizabeth Costello, valga como minúscula muestra un párrafo al azar: «¿Por qué no podemos hablarnos con franqueza y a las claras, como debe hablar la gente a quien le queda poco tiempo ? Inmediatamente después leeré: Esperando a los bárbaros, (inquietante actitud), si todavía no hubieran llegado pero no, me parece que ya están aquí o como en el caso de los tártaros de Dino Buzzati, los sentimos cerca o quizá dentro de nosotros, aunque no los veamos. Hace unos días leí Mis amigos, de Emmanuel Bové, fascinante novela (también leída algo tarde) y en el colmo del retraso Voces reunidas, de Antonio Porchia: «Ser alguien es ser alguien solo. Ser alguien es soledad»
Llegué en torno a la una del mediodía, paré el coche en doble fila, frente a la puerta de «la tienda», y entré rápidamente a por lo mío. Saludé a una chica que tenía su mesa de trabajo situada justo enfrente de una de mis fotografías (ésta). Cuando colgamos la exposición y la coloqué frente a ella, me volví y vi, que me miraba a mí y a la fotografía alternativamente; entendí el mensaje y me apresuré a pedirle disculpas. Me sentí culpable porque tuviera que ver frente a ella la misma imagen durante bastantes días. -No te preocupes -me contestó- he tenido experiencias peores; sin ir más lejos, en la anterior exposición, tuve enfrente a un anciano, excombatiente soviético, absolutamente deprimente- Sí claro, lo del «realismo fotográfico» es mucho peor, pero aún así lo siento de veras, la contesté.
EL LIBRO DE LA RISA.
Bressoniana. (de Cartier Bresson). Sí, ese fotógrafo que gusta a casi todo el mundo y a mi no. Por qué ? muy sencillo, creo que su filosofía «creativa» empequeñece la fotografía; es el ejercicio interminable, histórico, largo, geográfico, mundial, planetario de la anécdota, además, disfrazada y sostenida por una supuesta conexión filosófica oriental. La impostura alcanza límites inauditos de éxito y populismo. Exasperante.
Salí del edificio antiguo y me fui a las nuevas instalaciones de Jerónimos. Allí exponían El Retrato del Renacimiento. Impresionante exposición, de una belleza sublime, misteriosa, emocionante. Piero Della Francesca, Jan van Eyck, Domenico Ghirlandaio, Hans Holbein, Alberto Durero y muchos más. Me quedé absorto delante de muchos de los retratos, sin conseguir entender cómo era posible tanta belleza y penetración en el ser de los retratados. En fin, pobre de mí.