"Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, lo cual es lo mismo". Jorge Luis Borges
Deambulé con placer y sin prisas entre los rectángulos de luz que caían verticalmente. De vez en cuando, personas que cruzaban y se iluminaban intermitentemente; parecían personajes de historias de cómic en blanco y negro, debía ser por el influjo de una obra de Roy Lichtenstein que dominaba el espacio. De pronto, situaciones que se me antojaban propias de su mundo creativo, debió ofrecérmelas él para que las fotografiara: por un extremo del patio dos personajes sombríos y la sensación de que van cargados de intenciones también oscuras… Al fondo, junto la luz que irradia la obra de Lichtenstein (no tiene luz, es el fulgor de su alma), una familia (no sé si son familia, pero lo parecen) descansa un rato. Tengo la impresión de que los dos personajes se dirigen hacia ellos; fotografío rápido por si son necesarias pruebas…
Los individuos siguen caminando sin prestar atención a la apacible familia (si no lo era, lo parecía); me decepciona un poco el hilo argumental. Menos mal que inmediatamente aparece otro personaje por el lado contrario; antes de cruzarse con los dos tipos que parecen dos heraldos siniestros fotografío, (sólo pretendo pruebas de lo que pueda suceder). Pero creo que no pasó nada, o al menos no puedo demostrarlo porque no hice más fotografías en el patio interior del Museo Reina Sofía, en Madrid, donde a una magnífica obra de Roy Lichtenstein le refulgía el alma para que yo la fotografiara y la mostrara en este diario.
…Halagado, continué más o menos cerca de él, para ver lo que hacía y si continuaba imitándome. Siguió fotografiando en el interior del patio, más o menos cerca de donde yo lo hacía, pero se desentendió de mí y mi vanidad se resintió un poco. Indudablemente era un chico preocupado por la estética y parecía que intentaba aproximarse al «arte fotográfico». Quizá todavía no supiera que ese arte, a pesar de su aparente concreción o precisamente por ella, es imposible. Sin embargo, no ocurría así con la obra de Juan Muñoz y por eso me encontraba tan sobrexcitado. Su obra, a pesar de ser figurativa, luego, aparentemente identificable, ofrece un campo de interpretaciones y ensoñaciones infinito. Vuelvo al muchacho fotógrafo: no tardé en perder interés por él, sobre todo porque me aburre ver hacer a alguien lo que yo llevo haciendo desde hace demasiado tiempo. Me sé todos los gestos, estrategias, tretas, actitudes y toda esa farfolla recurrente de aficionados impotentes (como yo)…