"La relación sexual es darle patadas en el culo a la muerte mientras cantas." Charles Bukowski
Esta fotografía está situada en esta serie por dos razones: por el gesto exhibicionista y espectacular del grupo y, sobre todo, por el «forzudo» del fondo; sí, ese que está mostrando músculos en contraluz. Parece sacado de un cartel de circo antiguo; es el forzudo, numero fuerte de circos pobres. Qué simpleza de día: hoy no es nada circense. Mañana será mucho mejor: el actor soy yo, que tengo algo de fonambulista existencial, porque para payaso me falta talento.
Después de escribir el texto de ayer, me di cuenta que había caído en una imperdonable contradicción (o a lo mejor no), porque claro, si hice fotografías de gentes tocando el tambor en Cuenca, me parezco a los antropólogos-fotógrafos que se van a tierras lejanas; sólo que yo, fotógrafo más pequeño (y apenas antropólogo), sólo llego a Cuenca. Creo que si fuera intelectualmente coherente (que no lo soy), tendría que haber modificado el texto o simplemente haberlo lanzado a la papelera. No lo hice porque me había quedado bastante bien y no se me ocurría otra cosa que escribir. Hoy le ha tocado el turno a otra epifanía, pero de otro carácter. En esta serie subyace la misma intención, o más bien placer, –fotografiar personas-, ejercicio con el que siento una especie de clímax que me transforma en un ser inmensamente feliz. «La alegría escasea tanto…» Michel Houellebecq. Por eso, todos los años (éste no pude), me acerco a Madrid a fotografiar a estas gentes aparentemente felices que bailan a pleno sol. El hecho de fotografiar ya es en sí mismo un momento excitante, y si además el pretexto es carnal, sensual, erótico, la celebración solar de la alegría de vivir es insuperable. Otra cosa (o quizá la misma, no sé), es conseguir que entre los haluros queden atrapadas las vibraciones sudorosas de los cuerpos y la música de los deseos y también, cómo no, la casi indefinible sustancia de los sueños nocturnos. La serie: -Las danzas virtuosas-
Anoche lo pasé estupendamente viendo en televisión la película -La red social-. Una historia perfectamente narrada e interpretada. Me resultó gracioso observar que el motor de arranque de Facebook fue una cierta frustración sexual, o dicho de otra forma, los creadores buscaban una nueva forma de ligar y tener sexo. Ese fue el origen, luego vino todo lo demás. El sexo mueve el mundo, sin duda. Ahora, hay cientos de millones de personas enganchadas al asunto. Me pregunto ¿será porque no tienen todo el sexo que necesitan? No tengo ni idea. No estoy apuntado a Facebook, ni creo que lo esté nunca. Tengo mis razones, y una de ellas es porque estoy sexualmente satisfecho. No siento carencias en esa imperiosa necesidad. Aunque tengo una pregunta razonable, dado que me gusta mucho el sexo: ¿podría tener más del que tengo? La respuesta no me atormenta; además, en caso de duda siempre podría sublimar apuntándome a Facebook. También me pregunto: ¿estos individuos tienen el sexo que necesitan o estarán enganchados a Facebook? Tampoco me preocupa la respuesta…
…Hoy terminaré, por ahora, con –lo que deseo hacer en fotografía- (que son muchas cosas). Quiero fotografiar gente anónima y a ser posible amontonada, pero también individualizada dentro de esa muchedumbre. Los humanos tenemos una comprensible debilidad: necesitamos juntarnos y sentir el contacto de los demás y, si todos los que nos rodean piensan y sienten como nosotros, mejor, mucho mejor. Nos hace muy felices, comunicarnos con los demás, interactuar con ellos, compartir risas, deseos, triunfos, placeres. Por mi parte, aunque refractario a las masas, al gregarismo, no dejo de reconocerme necesitado de cierta comunión con los otros. Quizá sólo sea una cuestión de encontrar el motivo y el momento. Mientras, me coloco fuera, y observo, y fotografío, porque me interesa mucho todo lo que tiene que ver con el género humano, pero por supuesto sin militar ni alinearme en ninguna de sus motivaciones.