¿..no sería que en La Habana todo se resumía a esperar, que La Habana se fundó para que todo el que naciera en ella se viera en la obligación de esperar? Abilio Estévez
NOTAS SOBRE LA ACTUALIDAD. Como no tengo nada de qué hablar en estos días de tribulación para mí, mencionaré que ha muerto Fidel Castro (el nefasto dictador cubano) aunque me importe muy poco (que haya muerto), solo lamento que haya tardado tanto. Como el que tuvimos aquí, longevo también, aunque un poquito menos, afortunadamente. Los dictadores suelen durar mucho y debe ser porque disfrutan tanto en la vida ejerciendo un poder omnímodo y enriqueciéndose hasta la obscenidad (a mí también me gustaría) que ahuyentan la enfermedad y la muerte. Me ha llamado poderosamente la atención la pleitesía que el mundo ha dedicado a semejante, maligno y pernicioso individuo. No hay como ser extremadamente malo para que el mundo caiga rendido a tus pies. A un tal Escobar le han dedicado una serie televisiva (que no veré por nada del mundo), y eso que asesinó a cientos de personas. Nunca entenderé cosas así del comportamiento humano…
DIGRESIÓN TRES: Últimos días en La Habana. (2016) Cuba. Guión y dirección: Fernando Pérez. Intérpretes: Jorge Martínez, Patricio Wood, Gabriela Ramos, Cristian Jesús, Coralita Veloz, Ana Gloria Buduen, Yailene Sierra, Carmen Solar. Comencé a ver la película con un cierto excepticismo (hartazgo de la abrumadora y conformista miseria en la vida cotidiana y doméstica de los cubanos, por la maldita culpa del sucio, aberrante y pervertido comunismo), pero enseguida me atrapó el rostro, la expresión gestual de Miguel (Patricio Wood). También de Diego (Jorge Martínez) inmenso en el papel de homosexual enfermo terminal de sida, postrado y, a pesar de su desgracia, exuberante y pleno de vitalidad. Soberbia película de amistad, de amor y del inabarcable misterio que encierra la naturaleza humana. La cámara se acerca a los personajes protagonistas, amigos desde la escuela y que ahora rondan los sesenta años, con delicadeza, pero también sin ambages, cruda e intensamente. Diego habla incesantemente, es su manera de ser, vital, extrovertido, apasionado, sensual, bondadoso, humano hasta el desbordamiento. Por el contrario, Miguel, no habla, solo mira hacia la profunda sima que es su alma y su permanente y aparente frustración. Miguel espera y espera, un visado para viajar a Estados Unidos, que nunca llega. Cada noche (a las 11 en punto) medica a Diego y, mientras ese momento llega, estudia inglés frente a un mapa de Estados Unidos, y sueña con ciudades a las que irá cuando consiga su visado. Su entrega a Diego es absoluta, callada, sentida, amorosa. Solo se puede entregar la vida a otro, como hace él, desde un amor profundo y desinteresado. Y desde el resignado silencio existencial. Dice Patricio Wood de su personaje: “Se trataba de un reto a la profundización. Miguel es un personaje de muy pocas palabras y de abundante presencia escénica, variables que pueden hacer muy difícil el trabajo del intérprete”, y esas intimísimas matizaciones, las consigue plenamente. Pero, el enorme director que es Fernando Pérez, nos muestra muchas más cosas en su historia: La Habana en su imparable deterioro, una galería de secundarios: la sobrina (Gabriela Ramos, de quince años) que perfila un personaje creíble y vibrante en su alocada vida; y dos o tres más, todos ellos espléndidos. Hay, en los momentos finales, un traveling memorable de primeros planos de gente, en la calle, que corta la respiración. Qué decir de Fernando Pérez, al que no conocía de nada, pues que me ha parecido un autor de arrebatado e inspirado talento, que firma una película (guión y dirección) apasionada, intensa, veraz, que irrumpe en la vida de la gente con honestidad, respeto e inteligencia. Esta película solo podía hacerla un cubano; no se puede contar una historia como ésta, tan plena, sin sentir hondamente las circunstancias y el especial modo de ser y estar cubano.
NOTAS SOBRE LA ACTUALIDAD…Es como si el género humano tuviera graves, insondables e incorregibles simas en su comportamiento moral, a pesar de que la filosofía y ética democrática intenten paliar tanta enfermiza estupidez. También las religiones, inventadas para controlar los primitivos instintos de los seres humanos, pero no inocentemente, porque siempre subyace en sus predicadores el instinto de riqueza y poder. La inocencia no existe. Los pueblos tienden peligrosamente a la esclavitud (vivan las caenas) como solución a sus impotencias. Hay un tipo de gente que siempre reverenciará a los dictadores que les pastorean y que les arrebatan violentamente lo más preciado que puedan tener: Libertad (y de paso a todos los demás). Quizá no soportan vivir en libertad y tener que cumplir con las obligaciones derivadas la misma, como por ejemplo educarse y reflexionar antes de votar. Pero no, no es así en ellos, da escalofríos comprobar que hay demasiada gente dispuesta a inclinar la balanza a favor de los Líderes Supremos, como el que ahora ha muerto y que ha llevado a su pueblo a la miseria. No pretendía hablar de este asunto, pero me ha salido solo.
Lo cierto es que nada sabemos de la vida que se mueve allí; qué podemos saber los que pasamos fugazmente…El secreto del Malecón es de los Habaneros.
«un castillo majestuoso y espléndido en medio del huracán. Pero dentro se está cayendo a pedazos y es un laberinto increíble de trozos de escaleras sin barandas, oscuridad, olor a rancio y a cucarachas y a mierda fresca»
Pedro Juan Gutiérrez
NADIE PODRA QUITARNOS LA ESPERANZA (máxima revolucionaria cubana)