Me detuve en la frontera de su piel…No hablé con nadie…
Era un hombre que se abstraía.
Los pintores hablan con sus modelos, o al menos hablaban (supongo). Los escultores también (supongo). Los fotógrafos menos y los de campo nada. La piel del fotografiado es la frontera en la que me detuve. No supe más. ¿Es preciso saber más? A medida en que el tiempo pasa sobre mí, crece el convencimiento de que cuanto menos lenguaje y menos se sepa mejor, más intensidad tendrá la mirada. La carne sin palabras habla por sí misma.
LOS HOMBRES QUE TOCABAN Y CANTABAN RUMBAS. El hombre que a veces reía.
A veces reía, otras permanecía impasible y otras actuaba. Tocaba un instrumento de percusión sencillo que no sé como se llama. Se mantenía en un segundo plano; no era uno de los líderes del grupo, o al menos eso denotaba su actitud, más bien pasiva. Tenía una cierta elegancia, austera y contenida, en contraste con el resto del grupo.
El hombre del magnífico perfil.
«El alma es un secreto en todas partes. Lo que se muestra es un cuerpo. Lo que se encubre es un alma. Un hombre que dice su secreto ya no tiene alma…Al igual que la pintura entraña lo irrepresentable.
Pascal Quignard
El hombre que canta.
«Al principio, la vida fue expresión de sí misma. La carne que la manifiesta y la reproduce sigue siendo su único rostro verdadero. Las palabras no constituyen un rostro. La vida puede prescindir del lenguaje. La palabra es un lujo sin el cual la vida es posible».
Pascal Quignard
Interpretó su papel con seriedad y eficacia.
Una deseable experiencia fotográfica se situaría en un nivel experimental y por lo tanto relativamente controlable: personas anónimas que permanecieran delante de la cámara 30 ó 60 minutos y que ésta fuera disparando con intervención del fotógrafo o no y que esta fuera disparando de forma aleatoria. Tendríamos un cuerpo, con o sin mirada, su piel, la expresión física ante la cámara: la mirada ajena que se asume desgarradamente como propia. Buscar la aproximación al cuerpo como enigma, sin intervención del lenguaje. Una variante sería que el sujeto desconociera la presencia de la cámara. El cuerpo sólo ante el conocimiento defectuoso de sí mismo. Esta fotografía no sirve para la experiencia, se ha eliminado el lenguaje entre fotógrafo y fotografiado, pero está presente el sentido del momento: el individuo como actuante ante su público.
Un hombre moderno.
Miro esta fotografía y todas la realizadas esa mañana de sol y rumbas habaneras y me siento incapaz de saber algo. Este hombre me resulta tan impenetrable y desconocido como cualquier abstracción construida de materia inanimada; tan insondable como la textura de piedra de un templo abandonado o las profundas sombras de un bosque sin luna.