Las bellas y las iguanas: "La realidad está completamente sobrevalorada". Nabokov
EL LIBRO DE LA RISA. Turística. Dos integrantes de una excursión turística escasamente interesadas por el mundo de las iguanas; sin embargo, parecen atractivas (las integrantes).
BERLÍN (del cuatro al nueve de agosto de dos mil quince). Foto 24
Creo haber dicho a lo largo del tiempo en este diario que me gustan mucho las mujeres y a Naty los hombres; somos irremediablemente heterosexuales y además nos gusta. Ahora se lleva, según tengo entendido, lo de la sexualidad alternativa, pero quizá hemos llegado tarde a las nuevas tendencias. Es lo que hay. En Berlín, no recuerdo que ninguna mujer ni hombre nos llamara especialmente la atención. Tampoco Naty me comentó nada, que recuerde ahora (esos avistamientos siempre nos los contamos). O quizá sí y se me ha olvidado. Es lo que tiene cumplir demasiados años, que las personas que súbitamente te gustan, si las pierdes de vista, se te olvidan en los diez segundos siguientes. Sin embargo, y sin ánimo de que esta mujer permaneciera en mi memoria, sino simplemente como impulso que surgió teniendo la cámara entre las manos y el espíritu ávido de utilizarla (la cámara) la fotografié, aunque parcialmente, solo las piernas que era lo que me gustó de ella. Me sentí atraído por su forma de moverse mientras cantaba. Era una mujer de mediana edad, con estilo y que mantenía un atractivo muy sensual y unas bonitas piernas, sin duda. Sin embargo, no me fijé en su cara…
El VIAJE: un espía en acción II. Un individuo, de mi edad aproximadamente, se encontraba sentado solo, aparentemente tranquilo, mirando hacia la amplia avenida que bajaba hacia el río Po. No miraba en torno suyo, sino siempre al frente, algo envarado, lo que parecía denotar una cierta tensión en su estado de ánimo. El espía, mientras, tomaba un Dry Martini en una mesa detrás de él. La temperatura era excelente; a pesar de ser casi mediodía no llegaba a ser molesta, sobre todo a la sombra. La escena no parecía que tuviera interés, por lo que la vieja cámara grande estaba adormecida sobre la mesa. De pronto, noté una cierta agitación en el pasivo individuo, sospeché que algo ocurriría, cogí la cámara y tuve el tiempo justo de encuadrar y disparar. Sí, algo ocurrió que en esta imagen no se aprecia con claridad, aunque sí se percibe una alteración en la quietud de la escena…
…Era ella, por fin había llegado; con algo de retraso a juzgar por el tiempo que el tipo había permanecido solo (tanto como dura un dry Martini tomado despaciosamente a la sombra). O tal vez ella no había llegado tarde, sino que la impaciencia de él le hizo adelantarse. Observé la escena atentamente. Siempre me han gustado mucho las citas deseadas. Ambos parecían encantados. Ella, bastante más joven que él, se mostraba excitada y vivamente interesada en el tipo. Sólo le miraba a él. Reía constantemente y se movía inquieta en la silla, sin duda estaba fascinada. Él, más contenido, se aupaba un poco sobre el asiento, apoyándose en los codos que mantenía sobre la mesa, y tampoco sentía curiosidad sobre lo que sucedía a su alrededor, que no era nada, por cierto. A él, no le vi la cara, pero su cuerpo denotaba que había doblado la esquina de la cincuentena e incluso que se adentraba en ella imprudentemente. No pude evitar la tentación de preguntarme, qué podría hacer una mujer joven y atractiva como ella, con semejante individuo. Claro, la razón era que me proyectaba peligrosamente. El espía se sintió inseguro y algo envejecido ya. No obstante, aún tuvo impulso para hacer esta segunda fotografía.
A primera hora de la tarde, ante la falta de glamour, al menos ese domingo, nos largamos de allí. Fuimos a Downtown, allí, en una plaza con una pradera de césped, nos sentamos a ver un grupo de música latina (parecían cubanos) y a las parejas que, a pleno sol, con cerca de 40º, bailaban sin parar a un ritmo frenético. Concretamente, el tipo de la gorra, agotó a varias chicas a lo largo de la más de media hora que estuvimos viéndole. Era un campeón; impresionante. Cuando todo terminó, recogió un pequeño envoltorio con sus cosas y se marchó sólo y cabizbajo. Aunque fue el protagonista de la tarde me dio la impresión que padecía la soledad del héroe, o quizá pensé eso porque me proyecté en él, aunque yo nunca lo fui (héroe); yo, cuando bailaba, tenía un interés: llevarme a la chica (o que la chica me llevara a mi). Bailar por bailar no me hacía gracia: era muy soso (yo).
Vivian Sternwood: Ha ido demasiado lejos Marlowe.
Philip Marlowe: Duras palabras para un hombre, especialmente cuando está saliendo de su dormitorio.
UN PRODUCTIVO VIAJE A MADRID (ocho de diciembre) I. Primero, a la una del mediodía, Museo del Prado, exposición de Mariano Fortuny. Sabía poco de él (ahora sé un poco más); es para lo que sirve ir a exposiciones, para enterarte de cosas indudablemente interesantes (a veces). Me impresionó su pintura, su endiablada y maravillosa técnica en todas las vertientes que cultivó, especialmente la acuarela y el óleo, incluso como copista y versionador de obras mayores de Velázquez, Ribera, Goya, fue extraordinario. Mirada de genial introspección en todo aquello que pintó. Capaz de encontrar el misterio, el otro lado de sus motivos, y traer a la luz el alma de personas, de escenas callejeras, de interiores, de animales, de paisajes. Todo, absolutamente todo lo que pasaba por su paleta, estaba impregnado de intensidad y talento…