"Poco me importa,/ Poco me importa, ¿qué? No sé: poco me importa". Fernando Pessoa
12:00. Seguimos en Berlín, sólo que tres días antes. Tomo una ciruela, un plátano y tres avellanas. Me dispongo a abordar esta copia. Tengo prueba: 70″ de exposición. De pronto me doy cuenta de que no me interesa que la parte superior se ensombrezca, así que reservo un poco; el resultado son unos tonos grisáceos y turbios que aplanan la sensación visual sin aportar ningún interés. Tiro la copia irritado, porque lo sabía. La falta de concentración me saca de quicio. La fotografía del tipo calvo me está alterando porque no estoy seguro de ella y además, no consigo el equilibrio de tonos que busco. Las escaleras y el edificio estaban en sombra, pero no me interesa ese valor, así que vuelvo a equivocarme. Irritación. Una copia más, y ya no sé que número hace. Cambio de música por si me fuera más propicia: Tequila, Wes Montgomery. Finalmente creo haberlo conseguido y este es el resultado. La relación de exposición que he dado entre sombras y altas luces ha sido de 3 a 8. Revelo 1 minuto en Centabrom y 2 en Eukobrom.
Me fastidia el éxito de los demás, aunque mucho menos que si se lo mereciesen. Jules Renard
Parafraseando a Renard: a mi también, aunque impregnado de indiferencia. Sin embargo, mi lado «bueno» me lleva a no alegrarme demasiado de sus fracasos. Compenso por el lado anodino.
¡El deseo de fotografiar pertenece a los fotógrafos! El de mirar a cualquiera que posea ese sentido. El de ver, a algunos privilegiados. O como dice literariamente García Alix: «No se ama lo que se ve, sino que se ve lo que se ama». Teóricamente, los fotógrafos tienen sus facultades visuales sobreexcitadas, aunque sólo sea por oficio, deseo o «amor». Sin embargo, como cualquier otra actividad o destreza, para alcanzar la más alta expresión es conveniente que se combine con intuición, inventiva, percepción aguda de la luz, del equilibrio, del ritmo, de la composición… También, cómo no, sensibilidad para reinterpretar la realidad aparente; cultura artística y fotográfica (o en su defecto, general); afición filosófica (esto último como ayuda para entender lo que se hace) y, por supuesto, visión propia del mundo. Creo, además, que es imprescindible la consciencia del paso del tiempo (suponiendo que discurra en alguna dirección), por ser la fotografía una tentativa permanente de penetrar en su secreto. «…el acto fotográfico implica no solo un gesto de corte en la continuidad de lo real, sino también la idea de un pasaje, de una transposición irreductible». Philippe Dubois. En esta serie aparecen personas que portan cámaras o que se encuentran en el momento mismo de realizar una fotografía. No sé cuáles de ellos se enfrentan al hecho de fotografiar con seriedad trascendente, o sólo como mero entretenimiento, o por afán de testimoniar momentos «inolvidables». De cualquier forma, una fotografía siempre será una muesca en el tiempo, independientemente del propósito o de la intensidad con la que se haya realizado. Título: -Los fotógrafos-
…»Vayamos, pues, de viaje; que morir es lo último que uno debe hacer en la vida». Mauricio Wiesenthal. Sí, a Polonia, solo diez días e ignorante del letal virus que llevaba en muchos de los rollos que expondría allí. Por si fuera poco ese desconocido problema con el material, hacia la mitad del viaje (en la entrada al campo de exterminio de Auschwitz) el mecanismo de mi vieja máquina grande que hace bascular el respaldo de formato horizontal a vertical y viceversa, se estropeó, quedándose fijado e inamovible en horizontal. Esto me obligaba, excepcionalmente para la toma en vertical, a hacer un escorzo con los brazos y a inclinar la cabeza forzadamente lo que resultaba muy poco o nada fiable y ridículo. Además, las líneas de referencia se me descomponían. Un estúpido contratiempo al que puse buena cara, no tenía otra… Esta es una foto con errores de encuadre por el dichoso problema. Pero aun así, todo estaba bien…Estábamos de viaje, muy vivos, nada muertos…
Partimos de vuelta de Nápoles a Barcelona. Paramos un rato en Cerdeña. Allí nada de nada. Bodas que, aparentemente, alegraban el ambiente. A mi no, a mi me dejaban indiferente; es más, me molestaban un poco. Parejas jóvenes invitadas (supongo) que se habían vestido de gala (con pretensiones pero sin elegancia) para la ocasión y que, probablemente, o se habían casado hacía poco o lo harían en breve. Algunas chicas eran atractivas, como por ejemplo ésta, que camina con su novio (supongo). No me atreví a fotografiarla de frente por timidez, y porque el acompañante (o novio) era bastante más alto que yo y esa circunstancia me intimidaba. La fotografié de espaldas. Algo es algo, me dije.