"(A un Dios perdonador) ¡Pero qué puedes saber tú de los pecados de los hombres, ni del remordímiento, necio!". R. Sánchez Ferlosio
Ya me da igual; mi vida, mis cosas esenciales ya no tienen que ver con ella, porque nada de lo que sucede aquí me alude. Lo importante para ellos, al menos lo que puedo ver en sus calles y en sus fiestas, carece de valor para mi, y, desde luego, no me voy alejar para contemplarla desde fuera y así poder olvidar y mucho menos para fotografiarla, sencillamente porque ese punto de vista está muy lejano y me cansaría en el camino. Sólo siento alguna curiosidad por las representaciones «bufas» que suceden dentro. Como ocurren cerca, acudo con desgana, fotografío sin fe y a media mañana me vuelvo a mi casa y me olvido de ella por una larga temporada.
Tiembla el ser adonde ya no hay nada
sino una flor contra el ser
un silencio contra el mundo
y un ser contra la nada
Leopoldo María Panero
Este, avanza sólo, es uno más,
aunque parece que se cree único
y que Dios va con él,
juntos, los dos, en intenso diálogo.
Si eso es así, qué tremenda actividad
divina hay esta mañana.
Y yo, sin enterarme de nada, sólo desganado,
pero claro, no estoy conectado a esa
dimensión extrasensorial.
A pesar de sus poderes, este cura, parece
buen chico, o al menos es modosito y
representa bien su papel.
El altavoz sigue hablando sobre el papa, el que vive en Roma, aunque tal vez se refiere al que se murió, pero no estoy seguro porque no hago ni caso a la monserga que está soltando. Este representante del «asunto» que
se celebra tampoco dio ningún «viva» a la eucaristía, pasó frente a mí en el momento que gritaban y él no gritó. Debe ser porque ellos, al formar parte del evento como protagonistas, están exentos, y el gregarismo vociferante lo reservan para los espectadores: «para que hagan algo».
Un soldado que tengo muy cerca,
de pie, comienza a moverse incontroladamente,
se agarra a la trompeta que lleva en la mano
pero ésta no puede evitar que ambos
rueden por el suelo.
Los recogen (al esmirriado soldado y su trompeta)
y se los llevan a retaguardia.
Quizá el soldado estaba tan desganado como yo.
No fotografío el accidente.
Sí otras cosas, de vez en cuando. Indiferente.
Por ejemplo a los curas, personajes fascinantes e inexplicables,
curas y más curas, y más, muchos,
por lo menos cien
o doscientos,
o trescientos.
Diecisiete de Marzo…BLUES DEL LABORATORIO: llevo varios meses sin copiar. Son las siete y media de la mañana y me siento bien. Ayer me dolió una zona inespecífica del abdomen (podría ser el apéndice, pero no estoy seguro). Hoy no me duele nada (todavía). Una caja de cincuenta hojas de papel virgen (30 x 40 cm), me espera. Realizo la primera prueba y observo que los blancos derivan a un sepia enfermizo, desvaído. Enciendo la luz principal y las sospechas se confirman: del papel se desprende una sustancia en descomposición que convierte el fijador en un cenagal. Maldita sea. Una prometedora caja de cartón multigrado de Ilford multigrado está inservible. Sin solución. Asustado, abro la única caja que me queda, no sin antes postrarme de rodillas y rezar con la misma fe que este individuo de la fotografía. ¡Aleluya! los Dioses de la fotografía se han compadecido y la hoja está en buen estado. Para agradecérselo (a los Dioses) copio esta fotografía…
«UNOS » 7. Este personaje sin duda es «uno» pero siempre tendrá la posibilidad de transformarse en «otro» y a lo mejor lo hace en sus ratos «libres». Quizá podría desdoblarse en «otro» y adoptar la imagen de la persona que aparecerá mañana, lo que sin duda le redimiría de la terrible condena de la que nos habla Elías Canetti: « Lo malo no es ser algo, sino pasar por ello siempre«.