Deixa que aconteça…
(sábado por la tarde) Cómo no realizar esta fotografía? El discurrir por una ciudad como Lisboa significa «deixa que aconteça», caminar y mirar. De pronto una imagen, encuadrarla en el visor, enfocar (o no) y pulsar el disparador; reflexionar un poco sobre si existen mejores opciones (normalmente el primer encuadre es el mejor) y continuar caminando, despacio, sólo un poco más rápido que el ritmo de las sombras de los balcones sobre las fachadas. La clave no está en un propósito fotográfico y tampoco literario, sino en «permitir que las cosas acontezcan» y estar allí para verlo. Nada más.
Volviendo a leer el día de ayer noto que, por tercera vez, no he conseguido transmitir lo que me gusta Paul Auster. Me salen comentarios que bordean la ironía, sin poderlo evitar. Padezco incontinencia y descontrol frente al «scriptorium». Pero no, me gusta, porque, cómo podría ser crítico con alguien que ha escrito decenas de libros y del que sólo conozco dos (por el momento). Brooklyn Follies, está recorrido de principio a fin por el espíritu del azar, asunto recurrente en Auster y muy querido para mí; ¡cómo no me iba a interesar! Otros aspectos sumamente sugestivos, cargados de resonancias, son la permanente perplejidad de sus personajes, la digna decadencia de algunos y la lucha titánica por vivir (que no sobrevivir) de todos ellos. Claro que me interesa mucho su campo de visión; y también su idea de la –Corte de Hombres Debilitados-, a la que supongo que pertenezco por afinidad y circunstancias.
…»Podría relajarse con facilidad, arrodillarse, rezar,
O mirar cómo la turbia luz entra por el baldaquino…» Mark Strand (traducción Dámaso López García)…
Cuatro de Junio IV: en el embarcadero, me dio por repetir una fotografía hecha en ese mismo lugar hace veinte años, de la que tampoco estoy seguro. La de hace veinte años es mejor, me parece (diario del doce de junio, pasado). El día era de celebración: no sólo conmemorábamos fotografías y momentos, sino que además era día de cumplir años, graciosamente, porque sólo se notan en que el esplendor aumenta y aumenta…
Por fin una nueva publicación en español de Kjell Askildsen, Los perros de Tesalónica (Hundene i Tessaloniki y Martin Hansens utflukt). Relatos. Impactos, puñetazos en cualquier parte sensible del cuerpo o del alma. Comienzo a leer caminando, al rato, el desasosiego me provoca una ligera atrofia en algunas partes del cuerpo. Me paro, me siento en un desnivel del suelo, sobre la tierra, y llego hasta el final sin parar. Al leer las escuetas descripciones de las casas donde sobreviven los personajes, como peces que boquean fuera del agua, sentí que una corriente de aire enfermizo se me introducía por algún resquicio desprotegido. Pero no, no fue eso lo más importante; lo que más me impresionó fueron las numerosas preguntas que dejan sin responder todos sus personajes, preguntas sin importancia y a las que daba igual obtener respuesta o no: «-No creo que nadie tenga un lugar mejor- opinó ella. Él no contestó.» El helado e inevitable infortunio lúcido de las criaturas que se mueven por sus historias, te agarra con fuerza en los finales; aparentemente inocentes: «-¿No es un lugar maravilloso? -Ya lo creo- contestó él». Un diálogo como éste, cuando acaba el libro, te coge por la nuca y te obliga a mirar al vacío opresivo de los protagonistas y al espejo que tienes cerca, en la penumbra. Demoledor Kjell Askildsen.
Ficha técnica: una sensible mejora en relación a la página actual. Asociada a cada una de las fotografías con información sustancial de las mismas: soporte de la imagen, localización y año de realización de la toma y de copiado (en su caso), viraje, tamaño, precio… y, muy importante, la fecha en la que ha aparecido en el diario fotográfico, con enlace directo a ese día. Quién da más…?
La nueva web también cuenta con un buscador que permite localizar fotografías temáticamente.