Algo no salió bien aquella tarde…
Hay personas que te ayudan a vivir; sin ellas todo sería más oscuro, más plano, más insoportable. No es preciso conocerlos personalmente, sólo saber de ellos, de lo que hacen o hicieron; de sus palabras, de sus obras, de su desesperación y de su alegría, de su cobardía y su rabia, de su grandeza y su miseria. Ellos, en definitiva, son como cada uno de nosotros, pero un poco mejores, porque han tenido osadía y fuerza para que su aliento nos llegara…
y una vez escrito
el poema,
la única necesidad
después de eso
es escribir
otro…
Charles Bukowski
DIGRESIÓN CINCO. Mi querida señorita. España (1971). Guion: Jaime de Armiñan y José Luis Borau. Dirección: Jaime de Armiñan. Fotografía: Luis Cuadrado. Intérpretes: José Luis López Vázquez, Julieta Serrano, Antonio Ferrandis, Enrique Ávila, Lola Gaos, Chus Lampreave. Excelente guion (con la coparticipación del maestro Borau), estupendamente contado e interpretado. Película rompedora, como algunas más de esa prodigiosa década (los setenta) del cine español, especialmente prolífica e interesante, sobre todo porque aportaron originalidad, personalidad y creatividad sin complejos, incluyendo ciertas claves culturales esenciales que tanto dicen de nuestro reciente pasado (el cine de aquella época fue todo un tratado sociológico, imprescindible para entender nuestra sociedad del momento). Ambientada en una ciudad de provincia; escenario idóneo y perfecto para mostrar un destilado de las rancias esencias culturales, siniestros y embusteros valores religiosos, aberrantes vicios sociales y monstruosas deformaciones políticas propias de treinta años de férrea e insoportable dictadura. Pero, a pesar de tan desfavorables condiciones, gentes de talento, como los creadores de esta maravillosa película, o Saura, o Víctor Erice, o Azcona, o Bardem, o Fernán Gómez, o Berlanga, o Buñuel, o tantos otros, fueron capaces de contar potentes historias que a mí me emocionan y que sigo considerando las más propias y cercanas a mi mirada, a mi cultura y a mi mundo. Armiñan y Borau cuentan una sublime historia de amor, distinta, insólita, comprensible y asumible. Es un relato ejemplar que habla de que, en cualquier situación, escenario o circunstancia, puede haber buenas gentes que te reconcilien con la idea de que quizá no todo sea tan malo (que lo es, maldita sea); que es el amor, y poco más, lo que puede ayudarnos a vivir. Algún listo (los hay a millones), podría decir que es una película a la que le ha arrollado el tiempo, sin embargo yo digo que no, que ni mucho menos, que puede ser de ayer mismo porque habla de intensos sentimientos y sufrimientos, de los que no acabarán nunca, a no ser que perdamos nuestra condición de seres humanos. Por último, decir que, como siempre, López Vázquez está irreprochable, superior; siempre elevó sus personajes a la categoría de memorables.
DIGRESIÓN TRES. La prima Angélica. España (1973). Guion: Rafael Azcona y Carlos Saura. Dirección: Carlos Saura. Fotografía: Luis Cuadrado. Productor: Elías Querejeta. Intérpretes: José Luis López Vázquez, Lina Canalejas, Fernando Delgado, Julieta Serrano, Lola Cardona, Josefina Díaz, José Luis Heredia, Encarna Paso, Luis Peña. No, no me acordaba ¡¡¡Qué desastre de memoria!!! He vuelto a ver esta película y me ha dejado anonadado. No, no es una película especialmente brillante en cuanto a la realización, sin embargo, la historia que cuenta es perturbadora. La sangre de esta película corre por las venas de todos nosotros, especialmente de los que hemos sobrepasado los sesenta años y más. La trama está soberbiamente concebida, no en vano junto a Saura estuvo Rafael Azcona en el guion, ese genial exégeta del espíritu ibérico, de su aciago, tristísimo y dramático destino. Los que de algún modo fuimos, o tal vez tan solo estuvimos, podemos identificarnos fácilmente con aquella tristeza de mediados del siglo pasado que a muchos nos condenó a la insatisfacción y el malestar. Quizá, el ser humano, por el hecho de serlo, en cualquier lugar del mundo arrastra la sombra de lo que no puede ser y nunca será pero, en esta película, inevitablemente te sientes señalado porque la historia es de aquí, tanto que se te pega a la piel y al estado de ánimo desde la primera imagen hasta la última. Ahoga. Es brillante el juego de planos temporales del antes y el después, así como el mismo juego llevado a los personajes que se desdoblan en el tiempo. La escenografía, Segovia provinciana y antigua, así como la casa y el mobiliario, con olor a naftalina y sacristía, nos toca en el centro mismo de la memoria a los que hemos tenido tías abuelas parecidas a la de la película. A estas alturas, lo que fue importante en el momento de la realización, los ecos de la guerra y la postguerra, a cual peor, ya carece de sentido por muy viejo. Lo que sigue teniendo todo el sentido del mundo, y supongo que lo seguirá teniendo siempre, es la imposibilidad, lo perdido, lo que nunca llegará. Todo eso está presente en esta soberbia película que no solo lo es por sí misma, sino porque también es un canto general, poético a los fugaces momentos de felicidad y a los inmensos, vastos e infinitos momentos de pérdida y desolación. Los intérpretes están soberbios, sobre todo López Vázquez: sus rasgos, sus expresiones, su cuerpo encogido, reprimido, es un tratado de frustración hecha carne y alma.
…él dice que ha sido autodidacta, yo también, y eso me hace sentirme menos sólo. Soy de la opinión que aunque no es imprescindible serlo, sí añade valor a lo que consigues hacer por encima de cualquier otra circunstancia. También por respeto a ti mismo, para ser mejor, para defenderte de todas las malditas agresiones que intentarán infligirte; para eludir la opresiva y aplastante vulgaridad del paso del tiempo vacío y sobre todo porque te permite manejar mejor la dirección de tu vida. Haces sin que nadie te pida: mandas tú.
sé autodidacta
y reinventa tu vida porque debes hacerlo;
es tu vida y
es historia
y el presente
sólo te pertenece
a ti.
Charles Bukowski