Lugares por los que me gusta caminar, no tengo otros cerca…
DIGRESIÓN TRES: El invierno, Argentina (2016). Guión y dirección: Emiliano Torres. Intérpretes: Alejandro Sieveking, Cristian Salguero, Adrián Fondari, Pablo Cedrón, Mara Bestelli, Violeta Vidal. Dos hombres, dos edades, dos circunstancias y un paisaje desolado. Todos los paisajes duros, agrestes, inhóspitos, solitarios contienen un potente drama. El desgarro palpita en sus entrañas. No pueden ser percibidos sino desde una mirada silenciosa, solemne, grave. En la profundidad de ese escenario, en la Patagonia profunda, el azar ha hecho que dos hombres se crucen en un encuentro trágico. Emiliano Torres, autor del guión y director de la película, en una entrevista en la prensa argentina, habló de demasiadas cosas en relación a la historia que narra; que sí, que puede que también formen parte de su concepto a la hora de abordar lo que nos cuenta, como las condiciones pésimas del trabajo agrícola en esos perdidos lugares, o cómo la lucha por la supervivencia puede hacer que “Corramos el riesgo de que el alma se nos hiele”, y cosas parecidas, ya sabidas, desde luego. También de la crisis actual del mundo pero, aún con su dramatismo, eso no es lo esencial en esta historia, a mí solo me parece andamiaje coyuntural. Lo importante en esta valiosísima película son los protagonistas, el hombre viejo y el hombre joven, su manera de expresar el silencio y sus miradas perdidas en el paisaje. Los críticos han hablado de western abstracto, sintético y cosas parecidas, todas muy elogiosas, y también tienen razón. Todo eso está muy bien pero, a mí lo que realmente me ha cautivado han sido los agónicos silencios de todo y todos: hombres, mujeres, animales y la propia tierra. Vida o muerte, todo se juega en un gesto grave y enigmático con la mirada perdida en un punto fuera de cámara y en el que intuyes que están todas las respuestas al enigma de vivir.
Más de Cormac McCarthy, del final de Ciudades de la llanura: «El narrador se quedó pensativo. Yo creo, dijo, que el soñador se figuraba en una especie de encrucijada. Pero las encrucijadas no existen. Nuestras decisiones carecen de alternativas. Podemos considerar diversas opciones pero siempre seguimos un solo camino«.
El mismo día de la paloma (la de ayer) y después de que me diera el esquinazo, me adentré en el campo. Era por la tarde: había algunos árboles a lo lejos y a mi alrededor un descampado feo y antipático. El cielo amenazaba lluvia, pero no me importó. Cuando estaba en el punto más alejado del itinerario que me había propuesto comenzó a llover con fuerza. Sólo quedaba caminar y aguantar. El agua me resbalaba por mi rapada cabeza y por la cara. La ropa se empapaba poco a poco y sólo oía el ruido sordo del agua sobre la hierba y mis pasos lentos y despreocupados sobre el barro.