Objetos mágicos: las escaleras portátiles. Puedes ascender a la nada en cualquier sitio...
Y ahora a ver si me encuentro con lo que me gustaría fotografiar este año. Aunque bien mirado, no tengo porqué decidirlo a priori teniendo en cuenta que fotografío sin propósitos. Por las dificultades que suelo tener en concentrarme, y mucho más fuera del campo de acción, o dicho de otro modo, como teórico o planificador soy una catástrofe, me resultará difícil saberlo de antemano. Suelo ponerme en marcha sobre el terreno, frente al motivo posible. En eso soy muy «fotógrafo» (de los que encuentran caminando), así que solo puedo manejar posibilidades difusas, algo así como: –me voy a Ávila a ver que me encuentro- o, estaría bien que fotografiara una –habitación vacía-, y poco más; luego, mientras busco la inencontrable habitación surgen cosas, pero no antes, por inconstancia mental…
EL EPÍLOGO: «Cuanto más perfecto sea el artista, más completamente separados estarán en él el hombre que sufre y la mente que crea; y tanto más perfectamente digerirá y transmutará la mente las pasiones que son su elemento». T.S. Eliot
…A lo que iba: qué fotografiaré este año ? No sé. Creo que tengo intenciones difusas que tienen que ver con objetos viejos o nuevos, con espacios cerrados, con texturas y atmósferas, con el paso del tiempo, con iluminaciones críticas, bajas de tono, y por contraste claras, luminosas, blancas, frías como la muerte; en fin, lo de siempre. Todo aquello que aluda y sobre todo conecte con las experiencias y sensaciones que provoca el hecho de vivir y el deterioro constante de los que estamos condenados a muerte (todos, me temo, seguro). Elijo, para contarme, encuadres de materia física, reconocible, es decir, fotografías, siempre tan subordinadas a lo visible. Las imágenes son las palabras de mi narración, de mi percepción y reacción al hecho de pasar por el mundo durante un rato. Visto así, es imposible que pueda considerarme «artista» contemporáneo o de anteayer, sencillamente porque nadie, a no ser que esté aquejado de una desoladora necedad, podría considerarse artista por expresar sus elementales pulsiones, gustos o elecciones y nada más. Realmente sería algo así como decir: prefiero el cocido a la fabada, o el sexo oral, o los desolados paisajes, o los colores cálidos, y más, y más… Eso sí, luego, si el público soberano te otorga el privilegio y condición de la artisticidad por preferir una felación a una masturbación solitaria, pues que bien para ti, por ser artista y por puro placer.
Pues bien, lo hice y me salió esto. No es la fotografía del siglo pero es mejor que muchas consideradas como buenas, y además a mi me gusta bastante. Si fuera artista y me estuvieran esperando en algún sitio con esta «obra», para darme importancia intelectual la titularía: Deconstrucción de paisaje primaveral I (la II sería con el pastor renqueante y solitario de una oveja también sola); aunque el concepto «deconstrucción» no es exactamente aplicable, da igual, porque queda muy bien en este caso.
Vaya «mesecito» que me ha salido: excesivo, por largo, e ilógico, como Kassel. Vila Matas estuvo en Kassel y se encontró con que la lógica no estaba invitada y encima no había ido; sin embargo, encontró arte de vanguardia. Así me gustaría que me ocurriera a mí, que la vanguardia me absorbiera y la lógica me diera la espalda y se alejara para siempre, total para lo que me sirve. Pero tengo que darme prisa porque el tiempo no me cunde; este mes, por ejemplo, es, probablemente, el que contiene el texto más largo de la historia del diario y eso es porque no he tenido tiempo de acortarlos.Tuve la intención de aligerar el peso, me paré y anoté el número de palabras hasta ese momento: 6513. Me dije, como mínimo tengo que quitar 2000, me puse en ello y cuando acabé eran: 7646 … ¡qué puñetero desastre! Bueno, termino y, como no puede ser de otro modo, dado que es el mes de Vila Matas y Kassel no invita a la lógica, una cita más: «…hablo de ese desvelo continuo por buscar lo nuevo, o por creer que quizá pueda existir lo nuevo, o por encontrar eso nuevo que siempre estuvo ahí. El afán es la voz que habla por mí cuando me preguntan por el mundo. ¿El mundo? No, sólo el arte. ¿Por qué? Porque intensifica el sentimiento de estar vivo».