Unas mujeres iban de blanco, otras de negro, ninguna de verde…
Cuando revelé esta fotografía, me llevé una agradable sorpresa. La risa franca y distendida de esta mujer me alegró mucho; parecía que se lo pasaba estupendamente. No sé si sería porque yo le hice gracia o por que lo de la transubstanciación «la enrollaba». No me di cuenta aunque la fotografiara; a veces soy fotógrafo a tientas. Fue una lástima, porque si la procesión se hubiera parado en ese momento, podría haberle preguntado por lo que la hacía tan feliz. Seguro que yo, muy probablemente, también me hubiera reído y habríamos pasado un buen rato. Ella me habría contado como conseguía divertirse así, desfilando en una procesión tan seria; y yo la habría desvelado cómo consigo que me salgan las fotografías haciéndolas con los ojos cerrados, como ésta; porque puedo jurar que a la señora no la vi reírse. Habría resultado fantástico e incluso, después de la procesión, podríamos haber quedado para tomar una cerveza y seguir riéndonos un rato.
DESCONEXIONES (de una Supuesta Realidad). ÉRASE UNA VIEJA CIUDAD HABITADA por mujeres que se vestían de negro un día al año y, por la mañana, desfilaban delante de otras gentes. No sé porqué…
Comienza la función: es lo de siempre;
primero un tipo con aspecto de memo, peluca y casulla.
Luego, mujeres de negro con mantilla,
gordas, envejecidas, maquilladas;
y luego más, y más, y más, y así hasta cien,
o doscientas,
o trescientas.