"...la emoción de la femeneidad que me perturbará hasta el final, cuando ya sea unos huesos…" Antonio Lobo Antunes
Sin embargo, esta mujer, fotografiada más arriesgadamente, sí aceptó su imagen con gusto y se reconoció en ella. Me lo agradeció con elogios. Se trata de una persona prácticamente desconocida para mí, y el hecho de haber realizado este retrato obedeció a circunstancias fortuitas. No le sugerí ninguna indumentaria (nunca lo hago); fue ella la que decidió aparecer vestida así. Me encantó su atenta deferencia y confianza en mí. En correspondencia, me entregué a mi tarea a fondo. Me gustaría que las personas que aceptan que les fotografíe eligieran y cuidaran su indumentaria para la ocasión; casi ninguno lo hace, y eso me enfada. Sencillamente, es desconsiderado, desatento y sobre todo denota una falta de interés hacia el resultado y futuro del retrato. No menciono ni sugiero nada relativo a la vestimenta; prefiero que el retratado se muestre y que en esa exhibición esté incluida la indumentaria como parte de su personalidad, cómo no. Si muestra descuido o inelegancia, así aparecerá. Se trata de un retrato, por Dios, qué culpa puedo tener yo de su buen o mal gusto. Mis retratos, al menos los de –la habitación de retratar-, son así, sencillos, directos, sin afectación, poses, representaciones vacuas, imposturas; al menos por mi voluntad y deseo. Otra cosa es, que por iniciativa propia, el retratado quiera aparecer de una determinada manera, y si esta se ajusta a la filosofía de «la habitación», bien (como es el caso), y si no, lamentablemente, no podrá ser; y si aún así sigue interesándome, propondré otro escenario y otro argumento.
HABITACIÓN DE RETRATAR VII. N., es joven. Muy joven y muy atractiva. Por si fuera poco, N. es cariñosa, risueña, tiene un agudo sentido del humor y a mí, según dice, me adora. Yo también a ella. Me gustan los jóvenes alegres y cariñosos porque vitalizan a todo el mundo que se encuentra a su alrededor. Cuando fui joven, hace tanto tiempo ya, no recuerdo haberme encontrado con chicas así. Todo era infinitamente más triste y sombrío por aquí. Bien, N. vino a la ciudad en tren, desde Madrid, un domingo por la mañana. Dimos un largo paseo por nuestra ciudad monumental, abierta solo en horario de museo para turistas (luego la cierran), comimos en un restaurante Naty, ella y yo, y después bajamos a –La habitación– a fotografiar. Lo pasamos estupendamente, ella se cambió de ropa varias veces y fuimos haciendo lo que se nos fue ocurriendo, siempre festivamente. La sesión resultó gozosa. A las ocho y media la acompañé a la estación de ferrocarril y volvió a Madrid. Esta es una bonita fotografía de N, pero de lo que no estoy seguro es de que sea un buen retrato de N…
HABITACIÓN DE RETRATAR X. Se trata de C., la inaprensible. Ella tiene un fuerte carácter y un estilo arrollador. Intenta y consigue, frecuentemente, que todo lo que está en su entorno se recoloque y adapte la forma que ella desea. Ella es así, dinámica e inquieta, quizá por eso procuré que hubiera movimiento en su cuerpo y actitud. No estoy seguro de este retrato, y si ha resultado fallido es por culpa mía. En estos casos el error siempre es del fotógrafo porque debe situarse adecuadamente y manejar la técnica, el «tempo» y la puesta en escena. Si no lo hace, luego, en el momento de dar forma definitiva al retrato, los quebraderos de cabeza son terribles y en el peor de los casos insalvables…
HABITACIÓN DE RETRATAR VI. N., es la mujer de A. (diario de ayer), es atractiva, tranquila, amigable, atenta y discreta. Me sentí muy cómodo fotografiándola. Nos conocemos desde hace poco más de un año y siempre nuestra relación es respetuosa y considerada. No hemos tenido ocasión de charlar demasiado y, desde luego, tampoco de profundizar en ningún tema o asunto de importancia. Me ha llamado la atención la toma que he elegido como su retrato, por el hecho de que N. aparezca por encima de la perpendicular del objetivo, y he pensado, brevemente eso sí, que debe ser por «algo» porque nada es azaroso o casual del todo, al menos en mi –Habitación de Retratar-. Me parece saber por qué lo digo. N. cuida mucho su vestuario, peinados y maquillajes, y cada fin de semana aparece diferente y siempre guapísima (solemos frecuentar el mismo lugar de copas). Me gustan las mujeres que se visten para gustar. Todo el mundo debería hacer lo mismo…
LAS COSAS COTIDIANAS. El cuarto oscuro XI. El retrato de hoy es de la mujer del hombre de ayer. Se llama Sonia. Tampoco sé nada que sea relevante de esta mujer. A mí me gustaría saber más de las personas que fotografío, pero solo una parte depende de mí, de mi capacidad de sacar información sustancial o de mi receptividad. La otra corresponde a ellos. Si quieren mostrarse o no. En fin, no sé hasta qué punto eso es esencial o no. Me explico: cuando fotografié a Miguel y Sonia, no sabía nada de ellos (salvo un par de horas de conversación frívola) y los retratos salieron así, bien, me parece, o al menos a mí me gustan (más el de él que el de ella). Sospecho que, si los hubiera hecho después, cuando los conocí algo más, no habrían mejorado por esa sola circunstancia, simplemente porque, para hacer retratos aceptables, no es necesario conocer a los retratados.
Datos de copiado de la fotografía de hoy:
Formato negativo: 120 mm (Ilford FP4 100)
Ampliadora: Beseler 23 CII (objetivo, Componon 100 mm)
Papel: Ilford Multigrado (Baritado) Brillante
Tamaño: 46,5*58,2 cm
Grado de filtro: 3,5
Tiempo de exposición: 8 y 12” (reserva manos y cara)
Revelador: Centabrom y Eukobrom
Fijador: Tetenal o Ilford (dos baños)
Eliminador de Hipo: fórmula propia
Virador: Selenio (Kodak o Ilford)
Secado y planchado
Copias realizadas: 2
Destino: Lo mismo que la de ayer.
Tiempo de guardado en el joyero: Igual que la de ayer.