"La vida es deseo". Charles Chaplin
«Deseo que mis retratos sean la gente misma, no sólo su apariencia exterior». Lucian Freud.
…Y hablando de la Habitación de retratar, ahora que tengo previsto realizar algunos retratos me conviene repasar o revisar los modos (hace tiempo que no actúo). Sospecho que el retrato es lo más fácil y lo más difícil del hecho fotográfico, y todo al mismo tiempo. Sí, porque, esencialmente, solo consiste en colocar al retratado delante de la cámara y estar atento a lo que quiera dar de sí. Fotografiar y ya está. No hace falta más. No obstante, es conveniente tener un plan para la sesión, aunque luego se haga algo distinto. En esta epifanía a dos es conveniente estar tranquilos y concentrados ambos. La clave para acceder a alguno de los secretos del personaje está en que éste quiera y después que el fotógrafo(yo) se percate y elija correctamente lo que sirve y lo que no; esa es la clave del asunto. Primero, hay que contar al fotografiado los propósitos y cómo será la ceremonia que se celebrará, porque si no permanecerá a oscuras y así no habrá modo. Además hay dos aspectos básicos y son: la predisposición del retratado y la claridad técnica y concentración del fotógrafo para no perderse nada de lo que pueda suceder. El fotógrafo deberá seguir un cierto orden de actuación: elección de película (eso solo para los de la antigua manera), distancia focal del objetivo, encuadres adecuados al retratado e iluminación. Elegir distancia y encuadre y sobre esa premisa trabajar. A lo sumo movimientos de alejamiento y acercamiento, pero en la misma perpendicular. Ah, y nada de inútiles decorados porque solo pueden estorbar y desenfocar al único protagonista: el retratado. Luego, procurar que el fotografiado se entregue a la causa de su retrato (nada menos). Posiblemente, es conveniente aunque no imprescindible, hablar un poco con el retratado, para propiciar una cierta atmósfera empática y gozosa, porque así saldrá todo mucho mejor. La toma deberá suceder consciente y pausadamente, despacio, nada de numerosas y rápidas tomas esperando que alguna sirva. Deberán ser pocas y muy intencionadas. No importa que la toma parezca la misma porque nunca lo es, siempre hay sutiles e interesantes diferencias y, a fin de cuentas, la elección será una, el retrato es una única toma. «Nada se repite en la historia de las personas, todo lo que a primera vista parece igual es, en el mejor de los casos, algo parecido; cada persona es una estrella en sí misma, todo sucede siempre y nunca, todo se repite ilimitadamente y nunca más». Danilo Kiss
Vino a -la habitación- cuando todavía no había proyecto definido, pero sí había habitación y ganas de retratar. C. es la mujer de G., que aparecerá mañana. Ambos son personas muy estimables y tremendamente divertidas. Nos tratamos poco; nuestra supuesta amistad (querámoslo o no todas son imaginarias), duró un ratito. A C. la conocí de noche, cómo no. Quizá todo haya durado poco porque C. es más diurna que nocturna, y así no hay manera, claro. Al fin y al cabo todo es sencillo y fatal: cuestión de elección, porque la ubicuidad aún no es posible. Creo que ese nuevo asunto de las «redes sociales» intenta que todo el mundo esté en varios sitios a la vez, pero yo no me lo creo y así no hay modo. Después de unos meses sin vernos ya casi no me acuerdo de qué miradas compartíamos y lo que nos hacía gracia a ambos. Sí me parece que había algunas complicidades como que no nos gustaban el mismo tipo de personas y que ambos detestábamos cierto tipo de estupidez. Hay que ver lo que une el sentido crítico. Además, creo que nos gustábamos bastante, tanto como para compartir y sostener relaciones sociales, a veces durante más de media hora seguida. Todo un prodigio de constancia. Ah, y si no recuerdo mal, elaborábamos juntos estrategias fatales, para reírnos un rato con las opciones que tocaban esa noche. Siento algo de tristeza porque haya desparecido de mi horizonte nocturno esta estupenda mujer; pero por algo será. Ninguno de los dos hacemos nada para volvernos a ver. A una cierta altura de la vida y de la edad, ya no hay tiempo para perseguir sombras (todos los demás lo son), bastante tenemos con ocuparnos del siguiente fotograma de la película; no hay ninguna posibilidad sensata de rebobinar nada, por nada. Adelante, siempre adelante que todo se acabará pasado mañana. Ah, y lo más importante del día de hoy, la sesión fotográfica con C., fue espléndida.
DIARIO ÍNTIMO (7)
Los amigos olvidados (6)
Viernes, diez de septiembre de dos mil veintiuno
Tampoco sé porque está Y., aquí, en este capítulo de pecios humanos de mi vida. Quizá porque la que debería estar es Harumi, japonesa como ella, que sí fue una gran amiga (ambas, entre ellas, lo eran). Harumi es imposible que esté por dos razones: la primera porque murió en 2010, y la segunda porque no tengo fotografías suyas. Grandísimo y craso descuido por mi parte.
A Y., la conocí a través de Harumi en los dramáticos momentos de la enfermedad de Masao, y, después, los años que vivimos la enfermedad de nuestra amiga y la recogida de sus cosas después de su muerte en Japón. Tuvimos bastante relación, siempre amabilísima, confiada, cariñosa y sonriente. Aprecio mucho a Y., pero hace ahora siete años que no nos vemos, a pesar de vivir en la misma ciudad. Sí, es un poco tonto que la incluya en este capítulo a no ser por el cariño que siento por ella y porque en nuestra memoria tenemos trabados a dos personas excepcionales: Masao y Harumi.
Como no creo que volvamos a vernos y tampoco hablarnos, lo que no dará pie a que reconstruyamos tiempos pasados. Me despido de ella aquí, en el diario, para dejar constancia de que para mí fue una mujer con la que bordeamos el maravilloso estadio de la amistad sin penetrar del todo; muy probablemente por mi única culpa.