Algo que leer: En Grand Central Station me senté y lloré, de Elizabeth Smart…
Lunes, uno más. Es fabuloso el estado de confusión de los lunes. A veces consigo escribir; la mayoría no. Hoy llevo intentándolo toda la mañana, intermitentemente. A las nueve he recibido un pedido de libros. Me he alegrado y paralelamente me he angustiado. –No podré leerlos todos– me he dicho, con muy mala sombra hacia mi mismo. Han sido diez o doce. Los más esperados: Microcosmos, de Claudio Magris; Providence, de Juan Francisco Ferré; El cobrador, de Rubem Fonseca; Invisible, de Paul Auster; En Grand Central Station me senté y lloré, de Elizabeth Smart; el último de Murakami; un ensayo biográfico sobre Franz Kafka (a ver si consigo saber algo más de él) y varios más. Cuando recibo libros lo que más me gusta es leer los primeros párrafos (luego casi todos terminan arrumbados en la estantería, como testimonio de mi frustrante y habitual «quiero y no puedo»). Bien, a lo que iba, los primeros párrafos: «Hay personas que no se entregan a la pasión, personas cuya apatía las lleva a elegir una vida de rutina en la que vegetan como «abacaxis en un invernadero de piñas tropicales», como decía mi padre. En cuanto a mí, lo que me mantiene vivo es el riesgo inminente de pasión y sus coadyuvantes: amor, gozo, odio, misericordia». Rubem Fonseca. Creo que el primer libro que debería leer es el de Fonseca.
…Otro de los títulos que se me han aparecido, y espero que haya sido una gracia de mi deseada -inspiración-, aunque eso nunca se sabe, es -El deseo del misterio-. Desde que tuve una cámara entre las manos, lo busqué como sentido y sustancia para mis fotografías. Siempre que me preguntaban sobre mi interés fotográfico repetía, solemne, lo del «misterio«. Me dejaba satisfecho. Me sentía muy artista con ese insondable empeño. Pero claro, no era más que una ingenua bobada, porque no sabía exactamente lo que era el misterio. Ahora tampoco, pero ya nadie me pregunta. Es un alivio. «¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo del misterio!» Fernando Pessoa. Quizá todo sea una falacia. No sé. Lo que sí sé es que siento su respiración agitada, viva e imperiosa dentro de mí. He buscado argumentos, teorías, citas (de otros, naturalmente), podría incorporar algunas, pero me parece que no hay explicación para la percepción del misterio. Es tan personal e intransferible como la mirada o el deseo. Pero como a mí me gustan mucho las citas, no me resistiré a pegar una aquí, muy cercana a lo que intuyo sobre el inabarcable misterio: «No tengo idea del misterio, sólo tengo un sentimiento de él. Me hace falta inspiración para evocar el misterio (y no para expresar el sentimiento que de él pudiera tener). Tal inspiración consiste en unir en una imagen lo que el mundo ofrece de visible, de tal modo que evoque el misterio». René Magritte.
Tres de Junio IV…Deambular sin propósitos por el monasterio y el palacio, nos había inoculado una cierta languidez en el espíritu. Fuera, el sol llamaba a las ventanas. Era preciso salir de allí cuanto antes. Tanto afligido romanticismo, oscurecido por los siglos, podría pesarnos en el ánimo el resto del día, a pesar de tener el supuesto sentido estético sensibilizado y ejercitado para estas experiencias…
Y el Real Madrid perdió la eliminatoria con la Juventus ¡¡¡cómo no!!!. Prefiero que lo haya hecho con el equipo de una ciudad mítica, y no en una final con el equipo de otra con la que intercambiamos recelos y antipatías. Perderíamos, seguro, y eso sería muy fastidioso. Me despido, por ahora, de Turín y continúo con la lectura y los terribles dibujos de Frédérick Pajak. Es curioso, en la página veintinueve (Síntesis, edición del 2000), hay un dibujo de esta galería prácticamente con la misma perspectiva de mi fotografía. Me gusta mucho la obra de este autor, próximo a mi tiempo y sentido estético (salvando las distancias, claro).