"...La fotografía no es un documento sobre el cual pueda hacerse un informe. La fotografía es un testigo falso, es una mentira". Robert Doisneau
…Después de revelar y hacer visible lo invisible (metáfora muy fotográfica a punto de desaparecer por la fuerza del «progreso», como todo), guardé los negativos en estas magníficas carpetas que llevo utilizando desde mil novecientos ochenta y dos, y que también han dejado de fabricar, cómo no, pero de las que, afortunadamente, aún me quedan unas pocas. Los objetos y herramientas que utilizó mi abuelo Salvador en su vida ya no existen: el arado tirado por mulas en invierno y la hoz de siega en verano. La bicicleta que utilizaba para ir a trabajar cuando el «corte» se encontraba lejos, sí permanece; pero ahora tiene un sentido completamente distinto al de entonces (antes era síntoma de pobreza, y ahora de modernidad). Mis carpetas, donde guardo mis negativos, son las últimas que existen y, muy probablemente, mi forma de entender la experiencia fotográfica también esté acabada. Me parece…
CUARTO OSCURO SÍ, CUARTO OSCURO NO III. Bien, cuando termine de pintar la casa prepararé una larga lista de fotografías a positivar, localizaré los negativos, adquiriré bastante material (reveladores, fijador, papel fotográfico) y procuraré, sin parapetarme detrás de excusas y pretextos, los martes, miércoles y jueves, pasar las mañanas metiendo papeles en el marginador y negativos en el porta, ajustando tiempos de exposición y realizando las mágicas reservas de luz con acrobáticos juegos de manos. Seguramente estará bien. Luego, en fases posteriores, lavaré a fondo las copias, las viraré y plancharé. Por último, pasaré a la base de datos y al soporte de esta web los datos de actividad: copias realizadas, papeles, virajes. Por último, meteré las copias en cajas y cajones, los cerraré y me olvidaré de ellas para siempre. Dicho así, me parece todo bastante idiota, es decir, prescindible, pero entonces con qué llenaría mi vacío, me falta imaginación para hacer otras cosas. No tengo ni idea y por eso sigo.
PS. Sospecho que este ciclo de positivado será el último de mi vida fotográfica. Ya casi todo lo que hago es la última vez y es existencialmente gracioso o, mejor dicho, tristemente inevitable.
Hoy, miércoles, es un día regalo sorpresa de los dioses o del tiempo cronológico. Un obsequio que siempre me pilla distraído y que no sé muy bien dónde colocar en el estante de mi vida. Desde el trece hasta ayer, nada menos que quince días, me he dedicado en este diario (sangre de mi sangre, tiempo de mi tiempo), a escribir de lo mismo. Siempre lo mismo. Lobo Antunes dice que nunca lee lo ya escrito y publicado. Yo tampoco. La publicación es el momento o la línea que separa lo que aún es una posibilidad en gestación, de lo que ya ha nacido y por lo tanto pasado, pasto de olvido. Lobo Antunes publica libros y yo este diario. Viene a ser lo mismo, salvo por el dinero y la fama (y el talento). Claro, el no volver sobre lo hecho puede traer como consecuencia anómala repetir y repetir. Siempre lo mismo. Lo escrito estos días me resuena en la memoria y quizá debería haberme esforzado en buscar otras preocupaciones (para eso este diario, que debería ayudarme a no estancarme). Pero como también se trata de ir contándome lo que voy viviendo y ahora toca -cuarto oscuro-, pues eso, es lo que hay y no otra cosa. Son la ventajas e inconvenientes de llevar la vida que llevo y, si además la escribo, estoy al descubierto con todas mis vergüenzas a la vista (pero que como la carta del relato de Poe, nadie ve). Hoy, día de regalo cósmico, tendría que traer al diario mi fotografía más bella, o la más espantosa, o la más fantasmal (la elegida), que tiene que ver con lo escrito este mes y con todo lo demás. Enumeración de los elementos que aparecen en ella: mi apreciada ampliadora Beseler 23CII y el espléndido marginador, Beseler también. Mesa comprada a un amigo anticuario hace treinta y dos años y que procedía de Auxilio Social (postguerra). Pared derecha, fotografía de mi madre, que preside mis sesiones de –cuarto oscuro-, y que aún debe estar preguntándose en el más allá qué mal pudo hacer para traer al mundo a semejante tarado. Pared izquierda, fotografías que me hizo mi amigo Manolo Elegido en una sala donde expuse cien fotografías hace muchos años ya. Techo, a la izquierda también y apenas visible, mi ectoplasma de compañía que ese día se sentía titubeante y medroso, y apenas si se hizo visible. Fin de este mes, tan corto y tan largo al mismo tiempo.
Un día cualquiera de septiembre me acerqué a un pueblo, o más bien un caserío agrícola abandonado. Está situado bastante lejos de mi casa. No supuso inconveniente. Se encontraba vallado, pero tampoco fue un obstáculo insalvable porque salté la valla. Quince viviendas semiderruidas conformaban el pequeño enclave. Sus habitantes fueron renteros del Conde (da igual cuál, todos se parecen bastante) propietario del contorno. Luego, a mediados del siglo pasado, cambió los renteros por asalariados. El Conde de ese momento tenía vocación de agricultor y ganadero. Supongo. Me fui asomando despacio a todas las casas abandonadas y arrasadas, y en algunas nos paramos mi vieja Mamiya, aupada en el trípode, y yo…
En este diario suelo escribir de las cosas en las que pienso o me preocupan en cada momento y, en estos últimos días, estoy dando vueltas, incesantemente, a la tremenda inversión de recursos que dedico a mi actividad paranoica diaria, que me empobrece hasta la irresponsabilidad. Sospecho que es un error, pavoroso, carísimo, pero nada, no encuentro alternativa o solución a todo este despropósito. Quizá una terapia o clínica de desintoxicación fuera una solución, se me ocurre. No sé, ya veré el año que viene…
…A unos trescientos metros de la ciudadela defensiva, un pequeño pueblo vacío. Era de nueva construcción, no más de cincuenta o sesenta años. Sólo una calle central conformada por casas corridas a ambos lados. Cien metros y seis o siete casas de dos plantas a cada lado. Todas disponían de chimenea y patio trasero…