La fotografía, para mí, es pura artesanía. Aspiro a ser un artesano, solo y nada menos que eso…
…El otro día comentaba con Manolo, a propósito de la pervivencia de los soportes y materiales tradicionales, que cada año se nota una sensible bajada de disponibilidad en el mercado; muchas fábricas han cerrado y otras han adelgazado el catálogo hasta niveles de escasez y hambre, además de estar produciendo ya muy poco, lo que evidentemente repercute en los precios que crecen notoriamente. Me puse muy sombrío cuando le dije que no creía que pudiera seguir haciendo fotografía analógica más allá de cinco años, lo que me remitiría a abandonar porque no sabría ni me gustaría hacer fotografía digital, sencillamente porque no me interesa, me aburriría el automatismo y luego el consabido proceso tecnológico que debe ser como jugar con una playstation: bueno eso solo lo supongo porque yo nunca he jugado con ese aparato. Ah, y tampoco he utilizado nunca el Photoshop, y como es preciso para mantener las imágenes de la web, de eso se encarga Naty, que lo hace estupendamente…
CUATRO DÍAS DE INTENSO TRABAJO que me dejaron agotado: el sábado nueve de marzo y los tres siguientes. La tarea ha consistido en revelar 109 rollos de 120 MM., incluidos los 16 sin exponer por un fallo en la obturación del objetivo de mi vieja cámara grande, y 17 de 35 MM. Teniendo en cuenta que he utilizado cuatro tipos de película, expuesta a diferentes sensibilidades, y dos reveladores, el esfuerzo ha resultado extenuante (al menos para mí). Tanta profusión de película es el resultado del viaje a Perú y Bolivia y, una pequeña parte, de la visita a Arco, de la que hablaré enseguida. Del viaje será a partir del uno de Abril (espero). Los resultados han sido irregulares, o dicho de otro modo, no estoy plenamente satisfecho, especialmente por las ciento sesenta fotografías perdidas que me vienen a la memoria recurrentemente, como una culpa inconsolable…
A VUELTAS CON LA FOTOGRAFÍA (otra vez). Una tarde del mes pasado tuve una larga conversación telefónica con mi amigo Manolo Elegido, protagonista de este diario durante diez días de Diciembre. Hacía tiempo que no hablábamos y fue gozoso porque siempre hemos compartido sentido estético y sobre todo sensibilidades, y ahora que somos tan mayores, también recuerdos. Empezamos al mismo tiempo a realizar fotografías en una época que, obviamente, ni siquiera se adivinaba la llegada de la era digital, allá a finales de los setenta, y claro, él también tenía que ocuparse de revelados, cubetas, papeles… en fin, las servidumbres del oficio tradicional de fotógrafo, con sus penumbras y malos olores, hasta que llegó la tecnología a liberarle de tan arduas e ingratas actividades. No ha sido mi caso, porque di un portazo en las narices a la tecnología y he continuado empeñado en las antiguas formas analógicas, en el oficio, que me decía Manolo el otro día…
…De lo que vengo escribiendo en estos últimos días no es de otra cosa que de un cierto estilo, de una determinada forma de afrontar el «hacer» e incluso el existir; por eso recurro a referencias lúcidas y mejor expresadas, porque, al fin y al cabo, este diario es de consumo esencialmente privado y me sirve para autoconstruirme día a día. Hoy recurro a un párrafo de Muñoz Molina del capítulo: Miguel Macaya, boxeador de sombras, que me encantaría que, de algún modo, resultara posible para mí: «Pero no se trata de cambiar una ortodoxia por otra. Hay artistas que siguen un camino que es sólo suyo y por tanto solitario, y no lo hacen por cabezonería o por llevar la contraria, sino porque no pueden y no saben actuar de otro modo, y porque la misma disposición mental que les ha deparado una mirada que no se parece a la de nadie les ha proveído con la fuerza moral para avanzar a solas».
…Sigo con el asunto analógico-digital: el mes pasado estuve en la inauguración de una exposición de fotografía digital de la que era autor un amigo, también del principio de nuestros tiempos, Félix Pantoja, que abordaba un tema muy fotográfico: Niebla. Gran parte de las fotografías estaban presentadas en tonos monocromáticos y, aparte del interés temático de las imágenes en sí, aprecié que los acabados eran de una pulcritud extrema. Me dije: –vamos a ver, pepe, eres capaz de presentar unos positivos de laboratorio con esta exactitud de tonos?- Me contesté abruptamente: -no, creo que no- Luego toda la estructura y solidez de mis planteamientos analógicos temblaron. Durante unos días me retiré la palabra sobre este asunto, pero he seguido entrando cada mañana en el –cuarto oscuro– a positivar. No sé, no sé…
…Pero cuidado amiguitos, no creo ser un tipo anticuado ni mucho menos, en todo caso posmoderno (otra forma de ser antiguo ya) algo desorientado. Tengo una disposición favorable a apuntarme a todo lo nuevo, pero me gusta lo que se percibe muy físicamente, o dicho de otro modo, la comunicación con personas mirándolas a los ojos; el sexo real, nunca virtual; la comida cocinada y nunca precocinada; los libros a los que pueda pasar las páginas y subrayar y colocar donde me dé la gana y hasta perderlos; oler los químicos de mi laboratorio y guardar las copias en bellos cajones para que maduren lentamente (las copias llegan a un cierto clasicismo después de veinte años como mínimo, nunca antes, lo que no creo que ocurra con las impresiones digitales). En fin todas esas cosas que tienen que ver con tocar, mirar, oler…