Hikikomori pobre…
…A la una del mediodía me quedé solo y me dispuse a iniciar mis «performances» deseando que el mundo se olvidara de mí (eso lo tengo asegurado) y de O. el pueblo muerto y fantasmal. A pesar de la soledad del paraje y que, aparentemente, en el pueblo no había nadie, de vez en cuando, sonaban golpes y ruidos extraños. -Aquí no hay nadie, debe ser el viento que hace golpear puertas y ventanas- me dije…
…Pero esa reflexión no evitaba que cuando los ruidos eran perfectamente audibles me quedara quieto, conteniendo la respiración para no verme sorprendido por alguna presencia indeseada…
…De lo que los demás no suelen enterarse es de que me interesan muy poco. Mejor así. Por supuesto, a ellos les intereso menos todavía, y de eso me entero perfectamente. Las efímeras relaciones que nos vemos obligados a mantener, procuro dirigirlas reservándome el papel de atento receptor de sus vacuas palabras y, como todos estamos ansiosamente necesitados de emitir, de soltar nuestro «rollo«, y además que nos escuchen y nos quieran, pues nada, eso, que todo me sale estupendamente. Qué risa…
…Esa única confirmación fue un exiguo botín de guerra, porque sólo para eso no habría hecho falta que pasara cinco días inmerso en un baño abrasivo de sociabilidad, pero era lo que tocaba, inexcusablemente, del diecisiete al veintidós de Abril. Al menos, me alejó durante unos días de mi perniciosa y autosuficiente vida de hikikomori que tanto me gusta. Cada día más…