“El viaje es una realidad en indicativo, pero también en subjuntivo. Cada viaje, obviamente, tiene su medida, su ritmo, su paso y su respiración”. Claudio Magris.
…Dice Rafael Argullol: «El yo acaba siendo, aparte de inaceptablemente filosófico, muy pesado desde el punto de vista cotidiano. Creo que puede hacerse una división entre los que ven el yo a través del mundo y los que ven el mundo a través del yo. Cada vez me interesan más los primeros y me aburren más los segundos. Es curioso: a medida que se enriquece el mundo, se desnuda el yo». Ese es un gran e interesantísimo dilema, de sutil bifurcación, que creo que Yo no resuelvo bien. A juzgar por la obsesiva atención que me presto creo estar instalado en el grupo de los que aburren a Argullol (por cierto, en qué grupo estará él?). Y en qué lado estarán los turistas? (lo digo por la metafórica acepción de ver el mundo más allá de las fronteras propias); me parece que en los que también aburren a Rafael, o ni siquiera ahí, sino en el automatismo de los que andan deprisa, a tientas, y con hora…
…Estoy aquejado de la «prisa» del que si se para le atropella el tiempo. Ayer mismo, Clint Eastwood, en una entrevista, decía: «Mi secreto es el mismo desde que en 1959 hice Rawhide: mantenerme ocupado. Nunca dejo que el viejo entre en casa». Pues algo así me pasa a mí (pero sin su talento, claro). Sigo con lo de mi modo de viajar, que no es otro que andar deprisa: casi nunca entro en interiores, luego, infortunadamente, apenas consigo fotografías de esos espacios vedados, que es precisamente donde más me gustaría hacerlo. Me conformo de buen grado con los exteriores, donde también pasan cosas, pero son de otra naturaleza porque son periféricas, epidérmicas, ajenas e incontrolables. Solo puedo intervenir en la elección de la estampa y no en la dirección de actores o situaciones. Ni siquiera en la escenografía. Solo elijo lo que el azar me ofrece. Con eso juego y al fin y al cabo en la calle también suceden cosas que tienen que ver con la vida.«…Es la plaza la que hace una ciudad, pequeña o grande; los exteriores cuentan más que lo museos por ricos en obras maestras que sean». Claudio Magris
…A estas alturas de viaje, que por cierto no sé por dónde vamos ahora, tendría que haber aparecido algo de sentido del humor porque a fin de cuentas ha sido un viaje sonriente, pero no, toda esta descabellada narración está impregnada de una seriedad muy polaca (los polacos nos parecieron gente adusta, pero correcta y educada). Lo cierto es que no tuvimos ocasión de hacernos una idea porque no hablamos de nada con ellos. Tampoco tuvimos ningún problema en el trato meramente funcional que fuimos necesitando. Ellos a sus cosas y nosotros a las nuestras. Como en la vida sensata: cada uno a lo suyo…
EPÍLOGO CASUAL (a un mes de diario que ni sé cómo ha salido): Los transeúntes, súbitamente, se arremolinaron en torno a una cámara que grababa una escena a la que no presté atención, luego no sé en qué consistió. A mí me daba igual. Lo importante, en ese momento, era la constatación, una vez más, de la viva curiosidad que siente la gente por lo que sucede públicamente a su alrededor, pero eso sí, que no implique que tengan que hacer nada de nada. Ese curioso impulso sucede en cualquier parte del mundo. Los de la foto son Turcos.
…«La estética de la ciudad es el collage y la enumeración caótica». Antonio Muñoz Molina. Sí, como siempre, Antonio es preciso y penetrante en sus observaciones. El viaje también tuvo dos sábados. El segundo lo pasamos en Varsovia. Caminamos desde primera hora de la mañana hasta final de tarde. También fui porteador de los pesados bultos fotográficos hasta el agotamiento. Fotografié, claro, cómo no. No resulta fácil abstraerse de la abrumadora realidad en los centros históricos y monumentales de las ciudades singulares. A pesar de que lo previsible, abrumadoramente tangible y aparentemente entendible se echa encima sin miramientos; a mí me gusta forcejear con esas circunstancias, buscarle las vueltas, hacer trampas si puedo y reírme un poco de su fatua omnipresencia. Por la tarde recorrimos la Ruta Real de norte a sur. Fue una larga caminata. A ratos parábamos en lugares que nos llamaban la atención. Las iglesias se sucedían profusamente, a cada lado de la calle y en todas, una boda. Fueron muchas las novias que vimos ese sábado en Varsovia, en sesiones de mañana y tarde. Parecían exactamente iguales a las de aquí. Qué cansancio, siempre lo mismo en todas partes, y para qué, para nada, o para algo mucho peor: para cavar hondas simas de insatisfacción y decepcionado aburrimiento…